MONÓLOGO FIN
Pie descalzo
de zapatero que hoy murió
enormes orejas
de dinosaurio amigo
son aletazos de hombre cóndor
que dice:
_ No pensemos volver a jugar
al buen remendador
y si alguna vez
por error lo hiciéramos
quede allí el escándalo
de haberlo permitido.
Desde dentro las
mis
tus
sus
historias
entrañas
vivencias
emociones
espinas vestidas de rosa
pajaritas atrapadas para desdicha del bosque
transfórmanse
en aves silvestres
y embarazadas
venidas del sur
para gritar
que el hábitat nuestro
aún es gigantesca
y oscura esfera
que anónimo coleóptero arrastra
por irreal camino
donde ácaros de mal agüero
hacedores de versos
se autonombran.
Para algunos el pasado
jaque sin ajedrez,
para nosotros
ajedrez sin rey;
de allí nuestra manía
de perennizar
sabiduría y silencio.
En estos aires
de ires y venires
siete más siete pueblos conocí
sencillez de papel picado
mapas en cada sueño sembré
y al libro más próximo huí
pasando por lugares
donde el mal de espanto se cura
con cuyes y yerbas santas,
según convenga.
Fueron años-agonía
cuando ya padre
en viaje adverso
a mi madre recordaba
diciendo imitar
momias en vientre ajeno.
Aún invierno
en esa oreja de la tierra
estación solitaria
de estos pueblos
y el granizo de bruces
sobre la partera
carreritas de ratón
para ausentar del viento
huidas obligadamente elegidas.
La alegría
paloma mensajera
de dioses muertos
tejados nuevos buscaría
donde reposar
inciensos y balanzas.
Así ropones e historias
que contaba mi maternal abuela
aquella del pueblo quemado por luciérnagas,
por ejemplo,
hoy insistentes campanadas
que devoro con fresas
escondido en su nostalgia.
Sueños envejecidos
perturban estos días
el bebé sin color en la mirada
la locura de repasar callejones sin salida
el paraje solitario de la madrugada que no llega
la voluntad suicida del extremo inalcanzable
la boca de la mujer que torturo a pesar mío
la señal imborrable del muslo prohibido.
Pero como siempre
levantar sábanas
mirarme asombrado
pálido
enfermo sin terapia
no es mi oficio.
Sin embargo solo
único silencio
en el pentagrama
o acompañado
al suicidio
o a la vida eterna voy
recordando haber sido
oro
o
madera
que ya nunca será igual.
William Guillén Padilla
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