EL PATIO AZUL

Blog del Círculo literario EL PATIO AZUL, en él encontrarás poesía de variada temática, lo social se funde con lo metafísico y aparece reflejado en una filosofía que flota en cada verso. También la narrativa se desliza breve, con talento y sensibilidad.

Saturday, February 17, 2007

Gentuza

Por: Santiago Roncagliolo

Hola. Me llamo Jorge Mata, y tenía un vecino que se llamaba Abdul. Pero la verdad, yo odiaba a ese canalla.


No siempre lo odié. De hecho, al principio nos llevábamos bien. Colaborábamos como buenos vecinos. Cuando alguien del barrio hablaba mal de mí, yo le compraba a Abdul bates de béisbol y hondas para que fuese y le partiera la crisma. Entre nosotros reinaba la armonía. El problema surgió cuando Abdul ya tenía suficientes bates y hondas, y empezó a hablar mal de mí él mismo. Habráse visto un desagradecido peor.


En fin, que decidí contratar a mis propios matones para que le peguen. Era lo justo. Los demás vecinos me preguntaron por qué iba a atacarlo: yo les expliqué que Abdul era muy peligroso para el barrio porque tenía un montón de bates y hondas. Los vecinos no estaban seguros de eso, pero yo lo sé bien porque yo se los regalé. Respondí:
-Créanme. Tiene bates y hondas.


Una noche, mis matones entraron a su casa, lo zurraron, y lo metieron en el sótano. Luego se quedaron a vivir ahí para asegurar que todo estuviese en orden. La esposa y los hijos de Abdul se quejaron, pero mis chicos les han explicado que es por su bien.


Nunca se encontraron los bates y las hondas. ¿Pueden creer qué tipo tan ruin ese Abdul? ¡Ni siquiera los usó para defenderse! Eso se llama ganas de hacerme quedar mal. De todos modos, como le he explicado al resto de vecinos, el barrio es un lugar más seguro sin esa mala bestia rondando por aquí.


Lo que no es seguro, por lo visto, es la casa de Abdul. Esa familia es francamente insoportable. Ahora que no está él, los hijos se pelean por cualquier cosa. Y sus hermanas se pasan el día gritándose. Y cuando se enojan, lo primero que hacen es arrojarles los platos a mis chicos, como si ellos tuviesen la culpa de su espantoso comportamiento. A veces, para calmarlos, mis chicos los amarran, los abofetean y los encierran en el baño. Y los otros tienen la desfachatez de quejarse ¡Vaya gracia! Si quieren que mis chicos no los sacudan, que se porten bien ¿No creen?


Mi propia familia está empezando a cansarse. Dicen que gasto demasiado a los matones. La vez pasada, mi hija menor se enfermó, justo cuando yo había dejado de pagar su seguro médico para dedicar ese dinero a comprar un par de bates de acero. En consecuencia, yo he hecho lo que haría todo buen padre y vecino responsable: he enviado más matones a la casa de Abdul para arreglar la situación de una maldita vez.


Inexplicablemente, el comportamiento de la familia de Abdul no ha mejorado. Peor aún, sus vecinos directos se están contagiando de su actitud. Están empezando a comprar bates y hondas. Y la vez pasada vi a otro recogiendo piedras en el parque. Se dice que uno de ellos tiene un cuchillo de cocina muy muy grande. Ellos dicen que quieren los bates para jugar béisbol, las hondas para cazar palomas y el cuchillo de cocina para la cocina. Pero yo no me chupo el dedo.


Me preocupa especialmente la familia de Abdul. Aunque sean unos salvajes incivilizados, no puedo dejarlos a merced de estos vecinos. Es mi responsabilidad imponer un poco de paz en este barrio. Así que he llamado a más matones, he comprado un par de manoplas de acero y un aparatito muy mono que suelta descargas eléctricas. También he advertido a los vecinos seriamente que se están buscando un problema muy gordo. La próxima vez que los vea con un bate, dizque jugando béisbol, me veré obligado a tomar acciones más drásticas. Realmente, creo que hasta ahora he sido demasiado blando con ellos. No es fácil hacer el Bien en un barrio lleno de gentuza.

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