Con guitarra y con Falcón
PERFIL.Abraham Falcón es el más prestigioso luthier de guitarras clásicas, criollas y andinas en el Perú. Incluso en Francia fue considerado uno de los mejores constructores del mundo. Acaba de cumplir sesenta años de oficio, desde que fabricó su primera guitarra con madera de río.
Cada una de sus guitarras tiene un alma. Abraham Falcón le habla a la madera cuando la labra por dentro, prueba el sonido y pule el modelo. Lleva tres meses construyendo una clásica bajo un taller que debe tener calamina de cemento, con rendijas para que se filtre el sol y además ser mediodía. "No puede haber sombras para construir, este es un misterio que solo puede conocer un maestro". Parece un místico animista. "Aunque me digan loco, todo lo que ha vivido muere pero tiene alma, así como hablamos al espíritu de un muerto, yo le converso a la madera cuando trabajo". Y así obtiene su bendición.
ALMA PARA CONOCERTE El patriarca Abraham nació en Cora Cora, Ayacucho. Pero a los 4 años sus padres se vinieron a Lima, a la calle José Gálvez, en Lince, donde el pequeño --cuarto de ocho hermanos-- vivió hasta los 10 años. "Mi padre tenía un terreno algodonero, camotero y papero, donde construimos una casa de adobe".
Hasta que un sordo día despertó y no había nadie en su casa. "Yo no sabía dónde se habían ido, fui a la casa de una tía y me dijo que todos partieron a Ica, ¿y yo?... me quedé deambulando solo". Llegó a la casa de un tío hermano de su madre, este lo prohijó, pero debía pagar derecho de piso: y ser pisoteado. Sin conocer todavía el paradero de sus padres, Abraham huyó de las golpizas y entre las calles de luna y las calles de sol se quedó con estas últimas.
"La esposa de un guardián me llevó con Ismael Pozo, el famoso escultor, el que hizo un buey de bronce frente al Ministerio de Justicia. Yo le dije que quería trabajar, él me dijo que comenzara limpiando todo su taller y después me matriculó en el colegio". Sin saberlo, Abraham sería vecino de Osmán del Barco, el primer concertista de guitarra clásica en el Perú, y lo escuchaba tocar a lo lejos, deslumbrado, mientras le sacaba brillo al piso. Sin embargo, todo deslumbramiento, todo brillo que escapa suele atraer a la oscuridad vengativa.
"El señor Pozo me quería matricular en Bellas Artes, donde él enseñaba, para que fuera escultor, prácticamente se convirtió en mi padre". Hasta que llegaron sus verdaderos padres... para llevárselo a Palpa, donde habían comprado una chacra. Pidiendo perdón, su madre se arrodilló frente al escultor, que respondía inflexible: "Ustedes están cometiendo un crimen, lo abandonaron y ahora él está estudiando, no se ha perdido porque está con Dios". Al final, Pozo tuvo que ceder.
Su vida estaba zanjada: A Abraham le esperaba una existencia de agricultor. "Quería escaparme, pero mi madre me tenía chequeado". Sin embargo, allí comenzó también su amor por la naturaleza: "esa dicha de cosechar lo que uno ha sembrado con sus propias manos". Y su amor por sus propias manos.
ALMA PARA CONQUISTARTE Su padre mandó a un hermano mayor para que aprendiera carpintería y luego abriera un taller mientras él a los 19 años ya se había casado y tenía un hijo. A los 21, no aguantó más y quiso fugarse a Lima, pero su padre lo atajó: "He hablado con tu hermano para que te enseñe el oficio de carpintero". Y obedeció: estuvo ocho meses de guardián y de cajero, pero de enseñarle el oficio ni ebrio. "Se la daba a la borrachera y no mantenía ni a su familia". En esos momentos de oscuridad opresora aparece siempre alguna luz justiciera.
Llegó su primo Arquímedes Noriega, lo encontró deprimido y le dijo como quien habla de la paz mundial que por qué no hacía guitarras. Abraham le respondió molesto como quien habla del imperialismo yanqui: "Estás loco, si yo ni carpintero soy". Arquímedes había aprendido a hacer guitarras en Chachapoyas y se ofreció a enseñarle si conseguía madera. Sin mucha esperanza, Abraham se fue a un río y encontró un palo de tres metros. Era fines de octubre de 1946: y la primera guitarra Falcón nacería como "una especie de tamal mal amarrado". Sin embargo, le salió de inmediato un cliente que le pagó 15 soles. Sesenta años después, por una guitarra clásica Falcón se paga más de 3 mil dólares.
ALMA PARA COMPRENDERTE Su segunda guitarra causaría una debacle. Una noche, Abraham andaba lijándola cuando de pronto lo encontró su hermano, "y lejos de felicitarme, me botó del taller acusándome de traidor. Entonces yo seguí solo, perfeccionándome como autodidacta; en esa época Palpa, Nasca e Ica eran un emporio de guitarras como es ahora la plaza Dos de Mayo". El futuro luthier necesitaba, sin embargo, una guitarra-maja-desnuda que le sirviera de modelo apasionada.
Y como toda la oscuridad del universo jamás podrá con la más diminuta chispita de luz, llegó un amigo al que no veía hace muchos soles. "Me dijo que su padre le había heredado una guitarra que era de su abuelo. Era una española de esas antiguas, que ya no se ven más, consideradas las mejores del mundo, chiquita, de palisandro, llena de concheperlas. Me dijo: sé que con el tiempo vas a hacer buenas guitarras y me la regaló, yo pensé que estaba enfermo".
Abraham no se atrevió a desarmarla y puso un espejito dentro para mirar las barras internas. Aprendiendo esta base, hizo doce guitarras con la tapa armónica elaborada con el pino báltico que encontraba de los pianos viejos de provincias. Y partió a venderlas por Nasca, Chincha, Cañete. A los 30 años, ya con cuatro hijos, la ferviente fe en el Señor de Luren y la perenne voluntad de hacerse luthier, Falcón se muda a Lima.
ALMA PARA SUFRIRTE Lima fue una pena capital: Todos los luthiers lo menospreciaron. "Recuerdo que una vez le hice una guitarra fina al 'carreta' Jorge Pérez, que le dijo al gran maestro Fajardo: 'aquí hay un cholito que está trabajando unas guitarras muy buenas'. Y él le respondió: 'hábleme usted de maestros, no de carpinteros'".
Se dio cuenta de que tenía que volar solo. Y el cielo estaba estrellado: "Mis guitarras empezaron a gustar porque me invitaban a radio Santa Rosa, donde tocaban a las siete de la noche guitarristas clásicos como Humberto Pimentel y aparecía el famoso García Zárate".
La fama de Falcón se expandía como los arpegios de un 'rapidito' en vals. Abraham puede desarmar una guitarra, mostrarte su esqueleto y deslizar sus secretos: "Hasta ahora no hay un maestro que pueda responderme por qué ponerle estas barras centrales para sostener el diapasón aquí como lo hago yo y mejorar el sonido. Esto es para que las 'espinitas' se refuercen, porque hemos suprimido los tacos, no tenían sentido, nosotros los hacemos con cintas. Yo fui el primero en hacerlo, entre taco y taco hay una distancia y un vacío y la voz se entretiene allí y demora en salir. Por eso, este sonido muy pocos lo van a sacar".
Nadie como él para haber pasado del menosprecio total al prestigio absoluto. Según Abraham, para ser maestro tienes que pasar más de diez años en el taller: "Ser un buen constructor es más peligroso que manejar un carro". Recién cuando adquirió veinte años de maestría se animó a hacer su primera guitarra clásica. "No hay que tenerle miedo sino respeto".
ALMA PARA AMARTE Y NO DEJARTE Su primer taller se instaló en la avenida Renovación 305 en 1958, luego se pasó a Luna Pizarro en el año 61. Aquí y en la cuadra 11 de la avenida Aviación han llegado artistas como Los Panchos, "que vinieron con Los Tres Caballeros", Armando Manzanero y los peruanos más connotados como Javier Echecopar, Óscar Avilés, Raúl García Zárate, Félix Casaverde, Manuelcha Prado, Pepe Torres.
El talento de Abraham se lució en concierto en un célebre concurso de constructores de guitarras clásicas en 1985. "No fui con pretensiones y mi guitarra quedó entre las diez mejores del mundo". Al año siguiente quedó quinto y al subsiguiente tercero. "Te imaginas cuánto van a valer una de las mías cuando muera el maestro", dice sin soberbia quien define su trabajo de estilizado artesano como una experiencia que se convirtió en técnica y una técnica que se convirtió en ciencia.
Falcón sabe tocar guitarra en el sentido más lato del término. No le salen melodías, pero la toca de arriba abajo, desde su nacimiento, más allá de las cuerdas. "En Europa los maestros tienen unos aparatos especiales para medir el sonido, mientras más tiempo dure mejor para ellos. Pero para mí no, si una guitarra tiene mayor repercusión, el sonido se está quedando adentro, no afuera", sostiene este orgulloso serrano que gusta de los costeños valses y de la música clásica.
Es admirador del gran Andrés Segovia y como él, ve a la guitarra como una mujer: "Segovia dijo que la guitarra es caprichosa, celosa, no recibe insinuaciones así nomás, no le gusta el frío, no le gusta el calor, no sabes cuándo te va a responder, porque solo hasta que la tomas y la tocas no sabes si la vas a dominar". Así, la labor de constructor de Abraham Falcón tiene tres ingredientes: la fe religiosa, el erotismo conquistador y la enfermedad. "A los 14 años me dio paludismo, me pusieron inyecciones de quinina y desde entonces estoy enfermo del hígado y me zumba el oído". Y así, herido de zumbidos en el oído pero también de regocijo, ha fabricado una de las guitarras con mejor sonido en el mundo... porque todas las suyas tienen un alma, que jamás debe estar en pena.
LA FICHA Nombre: Abraham Falcón.Edad: 82 años.Profesión: Luthier.Éxitos: En 1985, en el Concurso de Constructores de Guitarras Clásicas, en Castre, Francia, ocupó el décimo lugar en el mundo. Al año siguiente en Tarbes obtuvo el quinto puesto. En 1987, en París se consagró como el tercer constructor más importante del mundo. Tiene las Palmas Artísticas del Perú otorgadas por el Ministerio de Educación y Maestro Internacional por el INC.
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