Libros de guerra
Por Nilton Torres.
Como si fuera necesario escribir (y leer) sobre la violencia interna para intentar cerrar las heridas que esta produjo en el país durante 20 años, ya es larga la lista de autores que se han sumado a esa corriente. ¿Será que estamos hablando de una literatura peruana post guerra? Una nueva discusión queda abierta.
Como si fuera necesario escribir (y leer) sobre la violencia interna para intentar cerrar las heridas que esta produjo en el país durante 20 años, ya es larga la lista de autores que se han sumado a esa corriente. ¿Será que estamos hablando de una literatura peruana post guerra? Una nueva discusión queda abierta.
Nicomedes Sierra es cruel. No le tiembla la mano si se trata de masacrar a un terruco, y tampoco si lo tiene que matar. Pero cuando llega la noche y su mujer muerta se le aparece entre el sueño y su realidad, despierta su mundo lírico, aquel donde no tiene cabida el salvajismo del que hace gala, y donde expresa su –también– sensible humanidad. No es un héroe, tampoco un villano. Es solo un ser que debió enfrentar con las armas a su alcance al terror que se cernía sobre su mundo, aquel bucólico paraíso andino que se tiñó de sangre durante los veinte años que duró la guerra interna en el país.
Nicomedes Sierra no existe, es el personaje de una novela cuyo autor, el periodista Víctor Andrés Ponce, cataloga en un género, si se quiere, incipiente en nuestro país, pero con un sinnúmero de pares a lo largo del mundo y su historia. ‘Literatura de posguerra’ le llaman, y se refiere a los proyectos literarios que empiezan a surgir sobre la base de un conflicto y la memoria de un pueblo que se gesta en el contexto de la violencia sufrida.
Historias de desencuentros
"Las obras más importantes sobre la guerra, ya sea en literatura, en el cine o en teatro, se dan algunos años después de terminado un conflicto. Es como si la sociedad y sus actores deban tomar distancia. Mira lo que pasa en Chiapas, la guerrilla en Centroamérica y en Colombia, el conflicto en Medio Oriente. Muchos aún continúan, pero ya se presentan intentos de contar esas historias de desencuentros en una sociedad que lleva a sus hombres y mujeres a matarse entre sí".
Cueto señala que un escritor escribe de lo que lo conmueve. No más.Ponce dice que en ese contexto puede entenderse su novela y otras como "La Hora Azul" de Alonso Cueto (Premio Herralde de Novela 2006), "Abril Rojo" de Santiago Roncagliolo (Premio Alfaguara), algunos cuentos de Daniel Alarcón aparecidos en "Guerra a la luz de las velas", y los relatos reunidos en "Toda la sangre", la antología editada recientemente por el crítico literario Gustavo Faverón Patriau.
En estos trabajos se pueden identificar distintas formas de percibir lo vivido durante veinte años de violencia en nuestro país y la guerra interna que enfrentó al Estado con Sendero Luminoso y otros grupos armados. Pero también al pueblo con grupos paramilitares avalados por ese mismo Estado que debía protegerlos.
"El mundo está interesado en recoger historias que puedan ayudar a explicar el desencuentro planetario que vivimos", dice Ponce, quien jura estar presenciado el surgimiento de la literatura de posguerra en el Perú, aunque sus colegas nombrados no compartan eso al ciento por ciento.
Hablar de lo que nos conmueve
Alonso Cueto refiere que de alguna forma toda la literatura peruana contemporánea se podría catalogar como ‘literatura de posguerra’, pues nuestro país ha vivido, y vive, en un estado de guerra permanente.
Según el autor de "La Hora azul", la sociedad peruana es tan poco estructurada, y en ella conviven segmentos culturales y sociales tan distintos, que estamos en un estado de intento de dominación permanente.
Santiago Roncagliolo y novela premiada."Eso se puede ver en novelas de Alfredo Bryce, de Mario Vargas Llosa, de Jaime Bayly. Y lo ocurrido con la guerra contra Sendero Luminoso es que ahora han empezado a surgir relatos que tocan ese tema", precisa.
Cueto dice que, a su modo de ver, su novela va más allá de la guerra y se sitúa entre las enormes brechas sociales y culturales que existen entre nosotros.
"Mi novela se sitúa en un contexto de guerra, pero no necesariamente busco dar una respuesta al por qué de esa guerra. Un escritor escribe de lo que lo conmueve, lo que le llama la atención", sostiene.
Por su parte, Gustavo Faverón asegura no creer que estemos ante un fenómeno de ‘literatura de posguerra’, en el sentido estricto del concepto.
"La literatura responde a momentos sociales y a coyunturas, tanto como cualquier rama del conocimiento cultural. En el caso peruano, hay una larga y poderosa tradición de literatura de preocupación social, de modo que aproximarse al tema de la violencia subversiva y contrasubversiva es en cierto modo un reflejo natural dentro de esa tradición", dice.
Reflexionar sin juzgar
Según Faverón, la motivación que tuvo para compilar los textos reunidos en "Toda la sangre" fue la convicción de reflexionar sobre lo ocurrido; buscar sus orígenes, entender lo sucedido, y la idea de que en nuestra literatura están acaso las reflexiones más interesantes que se han producido hasta ahora sobre esa violencia que nos ha marcado recientemente.
En ese sentido, Ponce manifiesta que si bien se siguen escribiendo investigaciones sociológicas, históricas y periodísticas sobre los mismos temas, estos no tienen la contundencia de una obra literaria.
Ponce afirma que estamos buscando explicar esos desencuentros que llevan a la violencia."Esos trabajos no pueden sustraerse a la condena o a la aprobación, a la condena o al rechazo", aclara.
Cueto reconoce que las etiquetas son necesarias para entender el contexto de una obra literaria, pero se resiste a dar a su trabajo reciente la etiqueta de ‘literatura de posguerra’. Dice que intentar calificarla incluso de ‘literatura comprometida’ ahonda más esa percepción equivocada.
No obstante, Faverón niega que haya ese compromiso social, por ejemplo, en novelas como "Abril rojo", de Roncagliolo, que apelan al tema de la violencia política como un rasgo entre varios de la trama.
"Existe, sí, en la gran mayoría de quienes se han acercado al tema, una conciencia clara de que es un asunto sensible que merece una aproximación meditada y responsable; una conciencia de que el tema es vital y que sigue latente: quizá por eso, precisamente, es tan difícil llamar a todo esto ‘literatura de posguerra’: mientras las causas de la violencia sigan allí, es un tanto apresurado decir que la violencia ya terminó", señala el crítico literario.
España y Japón
Dos ejemplos de la literatura producida después de conflictos largos y sangrientos pueden apreciarse en aquella desarrollada en España y Japón. En la península ibérica, la guerra civil sumió a ese país en una gran depresión, pero entre los años comprendidos entre el final de la guerra y la muerte del dictador Francisco Franco, un numeroso grupo de novelistas, poetas y dramaturgos, algunos en el exilio y otros en el terruño, configuraron una literatura que iba desde el esteticismo hasta la denuncia social. Los nombres de Francisco Ayala, Rosa Chancel, Camilo José Cela, Alejandro Casona, sobresalen. En el caso de Japón, la guerra con Corea y la segunda guerra mundial marcaron el derrotero de la obra de escritores como Yukio Mishima, Noma Hiroshi, Sata Ineko, hasta llegar a Kenzaburo Oé.
Tomado del Diario La república
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