La vocación de un contador
Por: Alonso Cueto
Este año, Roncagliolo catalpultó su carrera al ganar el Premio Alfaguara de Novela 2006 (dotado de US$150,000) lo que le ha significado la publicación de sus libros en todos los países de habla hispana.
Santiago Roncagliolo ha persistido en escribir y lo ha hecho desde muchas perspectivas. La visión de los jóvenes en Pudor, el ambiente de la selva en El Príncipe de los Caimanes, los baños de sangre del asesino en Abril rojo muestran a un escritor atento a su entorno, versátil en los escenarios y las perspectivas, y con gracia y fuerza. A lo largo de su vida ha hecho todo lo posible por continuar con su vocación de escritor. No ha querido hacer nada más y lo ha demostrado. Viajó a España, trabajó en casas, buscó el tiempo indispensable para escribir. En su trabajo se alternan el dramatismo y el humor, la inocencia y la perversión. Sus personajes, como el fiscal Chacaltana, van adentrándose en la realidad dramática de nuestro país en el Ayacucho de una Semana Santa ensangrentada. A lo largo de Abril rojo, su mejor libro, asistimos al desarrollo de una conciencia que va sumergiéndose gradualmente en la realidad, hasta convertirse en parte de ella.
Roncagliolo pertenece a la estirpe de los contadores de historias. Para él, como para muchos, no hay nada más difícil que contar una buena historia. Sus historias están escritas desde unas premisas definidas y se van desarrollando hasta formar una serie de nudos y desenlaces. Sus historias progresan con naturalidad. En su lenguaje no hay frases rebuscadas ni expresiones poéticas gratuitas. Es el lenguaje natural de un contador de historias a quien la historia le interesa por encima de todo. Al igual que muchos escritores de esta tradición, no elegiría cualquier tema para contar. Le interesan las historias en las que se pone en juego todo el destino de sus personajes: viajes, descubrimientos de crímenes, declaraciones de amor. Sus relatos presentan universos cerrados, hechos de una serie de episodios interconectados, unificados por una acción que marcha en una dirección precisa. Las viejas virtudes de la intriga, la expectativa y el suspenso están de su lado.
Sin embargo, él sabe que escribir también es con frecuencia picar piedras en una dirección indeterminada, tantear en la oscuridad, buscar dónde apoyarse para dar un paso más. La aventura de escribir una novela es la de salir a buscar un tesoro con un mapa que sabemos que es falso, pero que tenemos que usar a falta de otro. Ir a tientas por una historia expresa la experiencia de ir a tientas por la vida, como nos ocurre siempre. Esa cualidad errática también está presente en la aventura de sus personajes: seres desconcertados y tiernos, risueños y amargos, aventureros y escépticos. Estoy seguro de que la vocación de un escritor como Roncagliolo nos dará muchos más frutos y nos ofrecerá muchas más recompensas a la lectura.
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