En busca del camioncito perdido
Por: Jaime Abanto Padilla
Hace unos días se llevó a cabo en nuestra ciudad de Cajamarca el V Festival Internacional de poesía”El Patio Azul”, la euforia colectiva que nos embargó a los que tenemos vínculos estrechos con el oficio de escribir fue indescriptible. Varios poetas de América venían en blanca bandada a reunirse en Cajamarca en un festival de cuatro días. Para aquellos días, habíamos arreglado el camión de madera de mi hijo Jaime Javier, hijo al que por azahares del destino y por ignorancias familiares no veo hace tres años ni sé tampoco de él, hoy debe tener siete años. El camioncito era su juguete de madera en los días en que vivíamos rodeados de felicidad y amenos juegos. El camión fue pintado de azul, como el patio de la casa en que jugábamos a escondernos.
Durante el festival fue el ornamento perfecto en los paseos poéticos y recitales callejeros. Se paseó en la plaza, estuvo en el patio principal del INC, en el teatro, subió al Cumbe y descendió en las noches su cansancio exhausto.
El camioncito estuvo acompañando en todo el recorrido al camión mayor, aquel que transportó a los poetas varias mañanas de silencio y risa, de tristeza y canto. Este al igual que los sapos o los primates, subido en el lomo del camión mayor paseaba entretenido y seguro.
Pero como las cosas hermosas siempre llegan a su fin, el festival se terminó entre aplausos, abrazos y promesas. Y el camioncito, juguete inseparable de mi hijo en algún momento quedó confundido y nadie ha podido hallarlo, nadie ha podido dar una pista de su último paradero. Tal cual sucedió con el dueño del juguete, es decir, mi hijo.
El carrito guarda en su memoria infinitas horas de risa y de alegría, es un juguete azul cuyo significado que podría ser irrelevante para muchos no lo es para mí. Hay una necesidad urgente de ubicar el paradero, de abrazarlo y recuperarlo. No me resigno a perder ambas miradas, la de las blancas chapitas del camión y la de los ojos negros de mi hijo. Los juguetes llevan el alma las historias inventadas que los niños les contaron, encierran la alegría y la risa de sus felices pilotos, de sus caminos imaginarios.
Las últimas informaciones del día de la clausura del festival, que se llevó a cabo en el cerro Cumbe Mayo, apuntan a que una persona desconocida se estaba fotografiando con el juguete de cuatro ruedas. Si aquella persona ha guardado el carro de madera, le agradeceré remitirlo al INC o a la oficina de Antares, Artes y letras, o escribir un mail a elpatioazul@gmail.com o a jaimeja1@hotmail.com El camión es de madera, mide aproximadamente un metro de largo, color azul y lleva en la parte frontal una inscripción que dice “El Patio Azul”. Se dará una gratificación a quien lo haya guardado y la poesía, mi hijo y yo les estaremos eternamente agradecidos.
Hace unos días se llevó a cabo en nuestra ciudad de Cajamarca el V Festival Internacional de poesía”El Patio Azul”, la euforia colectiva que nos embargó a los que tenemos vínculos estrechos con el oficio de escribir fue indescriptible. Varios poetas de América venían en blanca bandada a reunirse en Cajamarca en un festival de cuatro días. Para aquellos días, habíamos arreglado el camión de madera de mi hijo Jaime Javier, hijo al que por azahares del destino y por ignorancias familiares no veo hace tres años ni sé tampoco de él, hoy debe tener siete años. El camioncito era su juguete de madera en los días en que vivíamos rodeados de felicidad y amenos juegos. El camión fue pintado de azul, como el patio de la casa en que jugábamos a escondernos.
Durante el festival fue el ornamento perfecto en los paseos poéticos y recitales callejeros. Se paseó en la plaza, estuvo en el patio principal del INC, en el teatro, subió al Cumbe y descendió en las noches su cansancio exhausto.
El camioncito estuvo acompañando en todo el recorrido al camión mayor, aquel que transportó a los poetas varias mañanas de silencio y risa, de tristeza y canto. Este al igual que los sapos o los primates, subido en el lomo del camión mayor paseaba entretenido y seguro.
Pero como las cosas hermosas siempre llegan a su fin, el festival se terminó entre aplausos, abrazos y promesas. Y el camioncito, juguete inseparable de mi hijo en algún momento quedó confundido y nadie ha podido hallarlo, nadie ha podido dar una pista de su último paradero. Tal cual sucedió con el dueño del juguete, es decir, mi hijo.
El carrito guarda en su memoria infinitas horas de risa y de alegría, es un juguete azul cuyo significado que podría ser irrelevante para muchos no lo es para mí. Hay una necesidad urgente de ubicar el paradero, de abrazarlo y recuperarlo. No me resigno a perder ambas miradas, la de las blancas chapitas del camión y la de los ojos negros de mi hijo. Los juguetes llevan el alma las historias inventadas que los niños les contaron, encierran la alegría y la risa de sus felices pilotos, de sus caminos imaginarios.
Las últimas informaciones del día de la clausura del festival, que se llevó a cabo en el cerro Cumbe Mayo, apuntan a que una persona desconocida se estaba fotografiando con el juguete de cuatro ruedas. Si aquella persona ha guardado el carro de madera, le agradeceré remitirlo al INC o a la oficina de Antares, Artes y letras, o escribir un mail a elpatioazul@gmail.com o a jaimeja1@hotmail.com El camión es de madera, mide aproximadamente un metro de largo, color azul y lleva en la parte frontal una inscripción que dice “El Patio Azul”. Se dará una gratificación a quien lo haya guardado y la poesía, mi hijo y yo les estaremos eternamente agradecidos.
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