EL PATIO AZUL

Blog del Círculo literario EL PATIO AZUL, en él encontrarás poesía de variada temática, lo social se funde con lo metafísico y aparece reflejado en una filosofía que flota en cada verso. También la narrativa se desliza breve, con talento y sensibilidad.

Saturday, December 30, 2006

El insolente carismático





Por: Beto Ortiz

Además de escritor, Bayly es ampliamente conocido por televidentes en Chile, Argentina y Centroamérica. Asimismo, es una figura en la televisión hispana de EE.UU. Que la televisión no era para verla sino para salir en ella es algo que Jaime Bayly debió haber intuido desde siempre, desde mucho antes de que al escritor Gore Vidal se le ocurriera pronunciar la frase. Nunca nadie se ha sentido tan en casa en un set como él. Parece que, en su caso, un mismo switch es el que enciende, en simultáneo, los reflectores y el mismo, tenaz talento contradictor desde hace veintitantos años.
Es gracioso que, al impecable estilo de los hosts americanos, Jaime Bayly empiece ahora su programa diciendo: "Buenas noches, soy Jaime Bayly" como si existiera una sola persona en todo el Perú que no supiera quién es Jaime Bayly. Jaime Bayly sabe que todo el mundo sabe quién es Jaime Bayly, pero dice: "soy Jaime Bayly" como si quisiera evitar que -en un descuido- se le fuera a olvidar que él es él. Pueden ser ideas mías, pero creo haber notado que cuando dice "soy Jaime Bayly" lo dice con cierta serena complacencia que genera la impresión de que, en realidad, le provocaría decir más bien: "Soy Jaime Bayly y ustedes no". Es que Jaime Bayly, por si hace falta recalcarlo, no hay más que uno (felizmente), pero todos los que alguna vez nos hemos tenido que parar delante de ese ominoso toro negro que es la cámara prendida, viviremos siempre en perenne deuda con Jaime Bayly, porque no hay duda que él fue aquel torero menudito y corajudo que osó arrebatar, para siempre, la camisa de fuerza a una televisión que siempre estuvo absolutamente loca. Y ya se sabe que a una loca no hay que amarrarla, todo lo contrario: hay que dejarla ser.

Como ocurre con las canciones entrañables, los risueños desmanes de Jaime han marcado, como post-it autoadhesivos y fosforescentes, distintas épocas de nuestra azarosa vida: la celebérrima pregunta del litio en 1985, su rendida militancia vargasllosista en 1990, su presunto affaire con Coco Marusix en 1991, su libresca salida del closet en 1993 o su campaña pro Zaraí en las elecciones de 2001, (por citar solo unos pocos ejemplos), son muchísimo más que puntos saltantes en su trayectoria pública, son grandes sucesos que han moldeado -sutilmente- la difícil biografía del país. Sutileza. Ajá. Esa podría ser la clave del enigma Bayly: las cosas hay que hacerlas así: como quien no quiere la cosa. Suavemente. Haciendo acopio de carisma y simpatía, con un mohín de escepticismo, pero siempre llevando -por todo estandarte- la más encantadora e infantil de las sonrisas. Evitando pronunciar un desmedido sí ni un no tampoco, optando por un definitivamente maybe, evitando la fatiga, como si todo en la vida fluyera de manera natural, como si nada en el mundo costara el menor esfuerzo -completely effortless- que de eso ha de tratarse eso que llaman glamour: en que nada te cueste trabajo, o si te cuesta, que no parezca. Y en ganar, lógicamente, toditas las veces que se pueda. Pero que, cuando no se gane, por lo menos, parezca que se ha ganado. ¿Alguien recuerda acaso el nombre de la pobre ganadora del último Premio Planeta de Novela?

A eso me refiero: a saber darse ciertos lujos. El lujo de decir, por ejemplo: "El destino del Perú no es mi destino", "Mi amiga Paulina Rubio", "odiaría ser pobre y tener que volar en clase turista", o: "soy bisexual porque he tratado de ser gay y he fracasado". Todo lo cual no hace sino delatar una obstinada batalla libertaria que muchos jóvenes peruanos harían bien en agradecer. Y sobre todo los nuevos gays. (Querer ser como él -de grandes- está muy bien. Imagínense. En mis tiempos, el único referente posible era Chocco). Conociéndolo lo poquito que lo conozco, puedo dar fe de que Bayly es más divertido en persona que en televisión pero mucho más divertido aun por correo electrónico, que es el espacio en el que su amplio dominio del raje limeño alcanza su más cruel y exquisita expresión. Mas no me puedo panudear de ser su amigo, pues ya se sabe que -en televisión y, sospecho, también en las letras- más que amigos y enemigos, lo que hay son amEGOS y enemEGOS. Quizás me equivoque, pero creo que todo este furor por la internacionalización como la gran meta de la vida comenzó el día en que una imagen de Jaime apareció por primera vez en una promoción genérica de E! Entertainment Television. Mudos nos quedamos. Para entonces -primera mitad de los 90- Bayly ya había dejado su impronta en las pantallas pre-Bozzo de Telemundo y CBS y era rostro familiar para millones de televidentes en Latinoamérica y Estados Unidos. No he de negarles -eso sí- que albergo serias dudas de que Jaime haya tendido, alguna vez, su cama sin ayuda. Pero una decena de novelas no se escriben flotando panza arriba en la piscina. No sé cómo será en España, pero si ustedes entran al buscador de Barnes & Noble, la cadena americana más importante de librerías, y digitan su nombre, obtendrán un total de 22 resultados. Veintidós libros suyos en todas las ediciones habidas y por haber. Solamente le ganan Bryce y Vargas Llosa, que son como 30 años más viejos. Si eso no es éxito, díganme ustedes qué cosa es.

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