EL PATIO AZUL

Blog del Círculo literario EL PATIO AZUL, en él encontrarás poesía de variada temática, lo social se funde con lo metafísico y aparece reflejado en una filosofía que flota en cada verso. También la narrativa se desliza breve, con talento y sensibilidad.

Friday, January 26, 2007

AUTOBIOGRAFÍA Y TESTIMONIO EN BALADAS DEL ORNITORRINCO DE RICARDO AYLLON


Por: Gustavo Tapia Reyes

La narrativa corta no suele únicamente estar conformada solo por cuentos y novelas, hay detrás una serie de especies que, pululando en la periferie, pacientes esperan un cultor que las acoja, como sucede con la crónica, ese género híbrido que Julio Villanueva Chang ha denominado “el ornitorrinco de la prosa”. Por eso, lo primero que debemos indicar es que Baladas del ornitorrinco (2005)(*) de Ricardo Ayllón Cabrejos, ni son baladas, al modo de las antiguas creadas de anónima manera en la literatura universal, ni tampoco son cuentos o algo que se les aproxime, solo continúan lo iniciado por el autor a través de su Monólogos para Leonardo (2001). Empero, están bien escritas y merecen un espacio mayor en las antologías, además que -sin desmerecer su calidad- representan para el autor una suerte de ejercicios narrativos antes de emprender otros desafíos.

Muchos de estos textos tuvieron como destino las páginas del diario La Industria de Chimbote, otras aparecieron en la revista Puerto de Oro y alguna que otra se mantuvo al margen, aunque por igual desde ahí Ayllón los ha rescatado para darles la forma definitiva que ahora ostentan. Son impresionistas, entrañables, nostálgicas, recordatorias, históricas, pegadas a la evocación o subyugadas por la ficción, de continuo indomable. Tenemos las que reflejan vivencias familiares como Mi viejo hermano menor, sobre ese lado por lo general no dilucidado entre dos hermanos, uno mayor y el otro menor, quienes al tomar rumbos distintos, terminan en la práctica por invertirse los roles: abismando su buena humanidad en la monstruosa urbe, se olvidó que era el menor de los dos y comenzó a caminar solo por la vida (p.17); Melancolía en torno a un plátano despanzurrado, consigna la situación de cómo un hijo al volver del colegio tiene en la mochila una fruta en proceso de descomposición, espera quizás una reprimenda que, enfrente del padre, se vuelve en comprensión al hacerle evocar su propia infancia; Ofrenda es, como indica el título, un homenaje a la muerte de su abuelo materno Alfredo Cabrejos, presentado cual imperturbable aficionado a la gallística que me hacía verlo como a un tipo rudo, como a un hombre formidable que sabía aceptar con estoicismo los triunfos y derrotas de sus aves (p.29), convirtiéndolo en su ejemplo cuando le tocaba enfrentar situaciones difíciles.
También se incluyen las crónicas amicales, que hacen referencia a quienes en algún momento se vincularon con el poeta de Almacén de invierno (1996). A la comunicadora social, egresada de la Universidad Nacional del Santa, hoy residente en los Estados Unidos, Maribel Alonso le dedica Pescar un dios, en verdad un sueño surgido del afán por obsequiarle a su amiga, nada menos que a Poseidón cazado, haciéndolo preparar la expedición con cuatro enormes lanchas, antes que despierte: Cuando lo hago, mi esposa trata de callar a Leonardo, nuestro pequeño hijo de dos años, entre la penumbra (p.25); en La bala de la fortuna está retratado ese lejano amigo suyo de variopinta suerte, viviendo con una bala alojada en el cráneo, atropellado por un auto, cuyo conductor era un empresario ladrillero, se casó con la hija de éste, divorciado después y en la miseria, ganó una lotería que lo hizo rico, considerando entonces: ese adminículo es el causante de su buena fortuna y que, estoy seguro ahora, jamás lo abandonará (p.22).
El aspecto directamente autobiográfico aparece en El San Pedrito de mi vida, crónica que le sirve para recordar al santo patrón de Chimbote, no como representante de la religiosidad popular porteña sino como esa efigie que nunca le significó nada, excepto la diversión multiplicada a gran escala en su día central el 29 de junio; en Escrito sin las gafas puestas, de rasgos ligeramente ribeyrianos, hay una defensa de las cosas que por su cotidianeidad no les prestamos ninguna atención, pese a la importancia que tienen en nuestras vidas, mientras que O la sinfonía perfecta de la inspiración y el delirio viene a ser la crónica en torno a las peripecias vitales de Ayllón, primero ante una máquina de escribir prestada, luego comprada a plazos por su padre, derivando mucho después en una computadora al hacerse periodista, secretario de juzgado o ejecutivo de cobranzas, llegando a la propia tan fiel como mi sombra, aunque suele sorprenderme eventualmente cuando muestra su capricho natural de amante consentida (p.33).
Una crónica entrañable por su tono es el homenaje melancólico de un Ricardo Ayllón, estudiante de Derecho en la capital, pero siempre habitando los escondites de la literatura, al libro de poesía que le permitiera vivir mejores días con gratas experiencias, pese a los amores extraviados, según narra en Nostalgia por Neruda, acerca del libro Todo el amor, que en la vieja edición de Losada, compendiaba la poesía amorosa y palpitante del autor chileno, señalando la contradicción que se lo haya prestado un compañero de universidad, con quien jamás habló de poesía, devolviéndoselo recién tras seis meses: Todo ese tiempo Neruda me ayudó a comprender que el amor debe escribirse con amor, con el alma sumergida en la condena del placer y el gozo de la lágrima (p.42). En ¡Salud poeta!, está la vanidad de un experimentado Cesáreo Martínez, invitando para un recital a un poeta nada social como Ayllón, felicitándolo con una efusividad que anímicamente lo fortalece, cayendo luego en la presunción de que aquel solo se estaba exaltando a sí mismo o en Liberar un texto, especula sobre el misterio de la creación literaria, permitiendo la gestación de un escrito, que después será arrojado a andar solo por el mundo, como un hijo, separado del autor; sumándole Noviembre, una crónica donde sin consideraciones despotrica del undécimo mes del año.
Vale destacar dos crónicas que reflejan la condición humana muchas veces tan endeble frente a la realidad. En Novísima verba se contextualiza al hombre en siglos y épocas distintas enfrentando a la muerte y cómo dicha experiencia tan extrema puede dar origen, inspirar si se quiere, aquellas frases que han quedado para siempre formando parte de la historia, por cuanto las dijeron acaso con el único afán de ser evocadas. Varias son las que sorprenden, incluso si fueron expresadas por gente tan detestable como el oportunista Danton en la Francia del siglo XVIII o por el monstruo Nerón de la antigua Roma, siéndome particularmente impactante por las dimensiones que adiciona, esa del pensador francés Pierre Gassendi: Nací sin saber por qué, he vivido sin saber cómo y muero sin saber cómo ni por qué (p.55). Igualmente, a partir del comportamiento mostrado por ciertos animales –que se son supone inferiores-, latente en La suerte de Jubilado se estampa al estilo de Rebelión en la granja (1945), la alegórica novela de George Orwell, un texto que a ratos parece una crónica de ficción -como también parece La bala de la fortuna-, narrando la acción que Ayllón ubica en el corral de una casa, donde un loro y un gato han establecido una alianza para proteger -del eventual ataque de felinos foráneos- a una vieja ave de nombre “Jubilado”, siendo una pesada carga para ambos, pese a que lo hacen con un sentido de solidaridad increíble, hasta que (como el hombre mismo en las novelas de Ernest Hemingway) acaba siendo raptado por un águila.
Sin duda, estas crónicas se quedan impregnadas en quien las lee, debido al arte propio manejado por el autor, aprehendiendo esos detalles nimios, por ahí ocultos, tal vez nunca definidos, logrando rescatarlos gracias a una escritura que los pone sobre la hoja en blanco, de manera tal que no se pierdan en el olvido sino que aparezcan revitalizados, retornen insuflados de energía, nos muestren ese otro lado de lo que siendo tan común nunca vemos, a través de un lenguaje que, aun siendo de prosa narrativa enfocando temas realistas, no se exime de un suave aliento de poesía, que las tornan mucho más sugerentes, en consonancia a la precisión con que están abordados, yendo más allá de la rutina y lo cotidiano. Por lo anotado, Baladas del ornitorrinco representa la continuidad de quien, con todos los perfiles que ya ostenta, aún podemos esperar narraciones de mayor envergadura, acorde con su talento.

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(*) AYLLÓN, Ricardo Baladas del ornitorrinco, Colección Biblioteca Ancashina, Volumen 17, Lima, 2005.

LA INFLUENCIA DE BORGES Y EL REALISMO EN CAMINO A LOS EXTRAMUROS DE ITALO MORALES VIERA









Por: Gustavo Tapia Reyes

Aunque alguien le ha dicho a este ensayista, que como crítico debería esforzarse por encontrar lógica hasta en el aparente absurdo, cuanto olvidan es que al asumir nuestros puntos de vista, lo que nunca debe faltar es la sinceridad en cada planteamiento que se hace. A lo menos en eso creo yo cuando, desde un inicio abordé el análisis de la literatura, por medio de una perspectiva que implicó siempre la búsqueda de valores literarios propios, de aportes nuevos válidos para resaltar, de originalidad y calidad (palabrejas tan complicadas) si se quiere, bajo el rigor indispensable que conlleva la dedicación y el estudio. Lo anterior deviene a raíz de la publicación del libro de cuentos Camino a los extramuros (2005)(*) de Ítalo Morales Viera y de quien a la fecha conocíamos textos interesantes compilados en los breves Día de suerte (1999), Memorias de pagano (2001) e incluso las microficciones contenidas en El aullar de las hormigas (2003).
No obstante, con Camino a los extramuros nos sobrevino una enorme interrogante: ¿por qué el autor no prosiguió con sus exploraciones realistas, estéticas, subjetivas sobre temas que pueblan la narrativa peruana desde los años 50, a través de Reynoso, Diez Canseco o Ribeyro, por ejemplo, pero que en su pluma tomaban claramente matices nuevos, prefiriendo dejarse llevar por la influencia asfixiante, abrumadora, terrible del maestro argentino Jorge Luis Borges?. Hasta ignoramos qué sucedió con el talento narrativo de Morales Viera, que le permitió ganar el Primer Premio en el I Concurso de Narrativa Regional Nuevo Chimbote (1998), una Mención Honrosa en el Concurso de Narrativa “Lundero” (1999) y otra similar en el Concurso de Cuento de la II Feria del Libro de Trujillo (2005). Porque está bien saldar una deuda literaria que todos tenemos y, por cierto, no existiendo la generación espontánea, eso es natural de algún modo, mas de ahí a caer de manera tan definida era por lo demás sorprendente.



Basta una simple lectura de El minotauro y el laberinto para advertir que nos remite al célebre El aleph, donde la visión se ubica en un sótano en el cual confluyen todos los puntos del planeta, trasladándonos a que Estaba parado en la cima del Cerro de la Paz, contemplando a lo lejos la bahía de Chimbote y sus alrededores, cuando repentinamente descubrí el laberinto (p.13), es decir, le agrega otro tema de estirpe borgiana, a partir del que se intercalan dos planos, oscilantes entre las reflexiones del protagonista y lo contado por éste a su interlocutor, dubitativo frente a las afirmaciones de quien asegura: el hedor de sus calles no brotaba de las fábricas que molían pescado sino que era el aliento de un ser abominable que gobernaba secretamente la ciudad (p.21) a la par que, fundamentando su teoría, le narra el mito griego acerca de minotauro que vivía en un laberinto y, emulando a Teseo, opta por abandonar sus estudios universitarios, dispuesto a investigar, analizar y defender al terruño de ese monstruo enorme, difuso, voraz, que todos sienten, pero nadie afirma haberlo visto, menos le prestan ninguna atención, hasta un anciano le pregunta: ¿No eres acaso el hijo del Loco Moncada?(p.29), colando así un leve toque de crítica social. Por tanto, une lo antiguo y lo moderno, lo propio y lo ajeno, derrochando una imaginación que relaciona con la mitología para plasmar un cuento que, si bien aspira a otro espacio, también se resiente de esa proximidad con Borges.



En Camino a los extramuros, título a su vez de todo el volumen, hay un decidido apego por la intertextualidad literaria, por cuanto, aparte que el personaje principal a quien interpela el narrador John Mastreta, sea precisamente el autor de Ficciones (1944), se entremezclan fragmentos del famoso Episodio del enemigo, en el cual Ítalo Morales deliberadamente se inspira, dando pie a un cuento que recoge las manías que caracterizaban a aquel: El viejo respiraba como un saurio, lento, gastado: parecía un moribundo (p.57), pese a que en la ocasión quien lo busca es un fotógrafo, imprimiéndole placas aprovechando de su ceguera y se ofrece en sacarlo a pasear por las calles de su entrañable Buenos Aires, en medio de las dudas que incesantes lo asaltan: Estaba en verdad ceremonial, con su pelo encanecido y sus gestos patriarcales. ¿Acaso pensará en Kodama, en Bioy?(p.61), porque los diálogos van en torno a la inmortalidad y los premios, a las posibilidades de continuar siendo quienes son, más allá de la ciudad en que estaban: A estas alturas Borges ya había comprendido que solo una de las alternativas era la que seguíamos. En ese mundo no podría jugar más a la víctima y al verdugo (p.62).



En El sueño de Dios, aparte de aparecer de nuevo dos temas de índole borgiana: lo soñado y lo divino, está lo referente a la ceguera, encarnada en un personaje que viene a ser otra vez el mismo Borges, que como tal recuerda a sus ochenta años de edad: una pesadilla difusa, cargada de imágenes flotantes, bosques fantasmales por donde se levantaban ruinas de monasterios antiguos (p.45), apelando también al recurso de la intertextualidad, empleando fragmentos del conocido Las ruinas circulares que versa sobre un hombre común, cuya certeza acaba siendo que es el sueño de otro, al igual que el protagonista empeñado en materializar a uno mientras duerme, al extremo que, al despertar: Me sentí emocionado porque yo era su padre, su dios y él era mi hijo (p.47), culminando por hacerse autorreferencias a partir de datos biográficos que lo describen en sus preocupaciones humanas, literarias, existenciales, por cuanto la vuelta al inicio es un lado del final: porque yo también soy el sueño de un padre intolerable (¿acaso otro Borges soñado?). Mi muerte será el simulacro del epílogo de mi cuento(p.50), dejando entrever con ello que Borges, por su categoría literaria indudable, es Dios o viceversa.



Por su parte, con Reportaje en las tinieblas, Ítalo Morales se aleja un poco de la influencia de quien, en uno de sus estudios, Miguel Gutiérrez calificara de “novelista virtual”, para inclinarse por un cuento acerca de un periodista llamado Monterroso, quien asesina a un tal Junior y que, sin embargo, ante las inquisiciones de otro periodista apellidado Sileri, -nótese en ambos apellidos la intertextualidad con lo real-, a quien se ha inclinado por vender su historia, no se delata como un mero criminal sino alguien que justifica su proceder sin inmutarse: Es que yo no he matado a un hombre cualquiera. He liquidado una parte de mí, un pedazo de mi organismo se ha ido con él (p.36), entrando en una larga regresión en que recuerda a ese vertiginoso periodo como reportero de notas policiales, que lo llevaran a la búsqueda de fama, decidiendo por ser él quien destaque, encontrándose con la víctima, un sicario implacable que había exterminado decenas de narcotraficantes (p.37), pero que en ese momento se estaba arrepintiendo y convierte en catarsis sus respuestas al periodista, quien ya célebre cayó en las drogas y el anonimato y entonces para salir de ahí opta por matarlo: Abrí los ojos: Junior era un muñeco de trapo con un hoyo rojo en la frente (p.43); mientras en El antropófago, que por su atmósfera se emparenta con el cuento anterior, el narrador es un caníbal persiguiendo a una niña, muda y miope, de nombre Nebenka, a quien devoró sus piernas y afirma seguro: Yo he marcado su vida para siempre (p.51), por tanto la acosa, se esconde, vuelve a salir, porque ese es su modo de alimentarse y siente que así vive, a pesar que entrando en razón evoca su nefasto “debut” a la diez años de edad: Esa vez me comí el dedo de una de mis compañeras del colegio (p.53), habiéndose perfeccionado con el tiempo, seduciendo a muchas mujeres para satisfacer su gusto, siendo su sétima víctima, o sea Nebenka, quien de alguna manera lo ha marcado en su proceder, inundándolo de esperanza: Tal vez, en el fondo, presiento que estoy evolucionando y es posible que en el futuro me convierta en herbívoro (p.55).



En cambio, si nos remitimos a los dos primeros cuentos del libro, La venganza o La mosca, entonces recién estamos frente a la garra del verdadero narrador. En dichos títulos, Morales Viera ha tenido el acierto de despercudirse por completo de la influencia del autor de El libro de arena (1975), se ha librado de la sombra de éste, dando paso a una indudable creatividad que se depura y lo hace cada vez más un mejor narrador. En el primero, se percibe el dramatismo de un acto que deciden ejecutar tres jóvenes para dar muerte a un brujo de apellido Colán que violó a su hermana: cuchillo nuevamente en la cintura, pantalón remangado, ingresan por la parte baja del río, se mojan (p.8), avanzan en medio de la noche, dándose ánimo para proseguir con la decisión tomada, el sujeto ese debía morir y habría que ubicarlo a como dé lugar: Derriban mesas, frascos, yerbas, calaveras; nos tropezamos porque todo es oscuro como una caverna (p.11), sin presagiar que el brujo les pondría una trampa y mientras se hallaban buscándolo dentro, les echa por fuera combustible y fósforo: Colán, chacchando su coca, recuerda los gritos de auxilio en la noche (p.12).



En el segundo, por último, está el protagonista en un mediodía cualquiera disponiéndose almorzar cuando, en una situación común y corriente: una mosca danza en el aire, evoluciona sobre mi plato de sopa y planea con osadía frente a mis narices (p.31), que gracias a la destreza del autor se convierte con su prolongada descripción en una típica como auténtica batalla del hombre contra el insecto, enfrentándose a vida o muerte, donde aquel es despojado de su condición de fuerte, debido a la audacia manifestada por aquella, pese a que: Ya nada puede detenerme porque mi rival me saca de quicio, me aniquila el carácter y me desequilibra poco a poco (p.32), solo uno debe ganar, en la medida que lo ordinario se ha transformado en fabuloso, lo cercano en sorprendente: con mi orgullo de combatiente, descubro que mi enemiga yace muerta (p.34).



Técnicamente nada podemos objetarle a Ítalo Morales, quien desde un principio se ha revelado como un escritor que pone mucho énfasis en el punto de vista con que afronta un tema. No únicamente se embarca por ver qué sucede sino que antes encuentra el lado preciso para, siguiendo las exigencias defendidas por Julio Cortázar, alcanzar la “intensidad y tensión” en cada cuento, captando el interés del lector al hacer fluir los párrafos que irán formando lo esencial de la materia narrada. En tal sentido, cinco de los siete cuentos del libro están orientados empleando la primera persona y que, aunados a Reportaje en las tinieblas, que se desarrolla entre preguntas y respuestas de los personajes principales más La venganza, que intercala la primera y tercera persona, sea en singular o plural, logran mayoritariamente ser concluidos con las frases que resultan indispensables. A esto contribuye en gran medida el lenguaje intelectual manejado por Morales Viera, afrontando el reto que, a partir de ahí, se convierta en un narrador breve que supere la influencia borgiana.



Por eso mismo, al autor poco le interesa desenvolver o ilustrar una determinada historia, solo plaga sus textos de una serie de reflexiones que van configurándolo en la dimensión de quien halla en la literatura el campo propicio para especular, paradójicamente, con fundamentos, en torno a diversos personajes, acaso arquetipos que encarnan a la perfección sus preocupaciones en torno a la vida, el misterio, la muerte, el miedo, la angustia, el destino del hombre, entre otros temas, conduciéndonos a reconocerle el mérito de ser uno de los más definidos narradores que ha puesto a Chimbote en la categoría de escenario literario global, distante del costumbrismo pintoresco y localista de otrora. En suma, a nuestro entender, Camino a los extramuros es un buen primer libro de aprendizaje, del cual esperamos pronto el autor emerja para continuar en el camino y, al mismo tiempo, un hermoso tributo a Borges, un decidido compromiso con la narrativa de quien, más que ningún otro escritor (el consenso es mundial), mereció recibir el Premio Nóbel de Literatura.

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(*) MORALES, Ítalo Camino a los extramuros, Colección Biblioteca Ancashina, Volumen 2, Ediciones Altazor, Lima 2005.

Wednesday, January 24, 2007

Universo entre paréntesis



El amor se quebró
en tantos retazos de tiempo
mientras el rencor envolvió nuestro miocardio
tantos labios lanzaban injurias al espacio
de pronto la estación hizo sonar su lejana canción
¿Dónde se perdió el viajero de armonioso lenguaje
y tranquilo amanecer?
Por qué la ilusión se distanció en el hogar de fantasía
sin embargo ha crecido un coposo árbol
y no se divisan sus frutos
sólo movimiento
sólo sonido de madrugada
sólo espacios vacíos de ternura
nuestros cuerpos se lastiman
como estalactitas en esta caverna húmeda de tiempo
nuestros nombres se balancean en una cuerda frágil
nuestra amistad se aleja entre paréntesis distintos
nuestras miradas se guiñan en cada ángulo del universo
nuestras manos se encuentran en tantos rincones
paralelos
Nuestra magia ha perdido su fuerza
tal vez la sensación de cariño ha desaparecido
o esta comunidad ha perdido su esperanza
sólo recuerdo la alada lengua
que cerca al mundo en rictus extraño
Se pasea por la nada.

Guillermo Torres Ruíz

Pudor: la película



Por: Santiago Roncagliolo

Por primera vez en mi vida, he visto una película basada en una historia mía. Y creo que tengo suerte. Realmente la disfruté. La mayoría de los escritores viven quejándose de que las adaptaciones cinematográficas destrozan sus novelas. En cambio, si nadie en el mundo hubiese leído Pudor y el libro hubiese servido sólo para hacer esta película, en lo que a mí respecta, ya habría valido la pena.

La película me sorprendió sobre todo por su dureza emocional. Ver las cosas en vez de leerlas produce un efecto más contundente. Pero sobre todo, hay una diferencia entre la novela y el guión: la ausencia del gato. En el original, la mascota es un personaje más que busca una hembra para perder la virginidad. Mucha gente me ha dicho que el gato es lo que más disfruta del libro, y siempre me he preguntado por qué. Sólo ahora comprendo que ese felino inyecta alivios cómicos en la historia, y que sin él, la soledad de los personajes es mucho más dolorosa. En algunas escenas, me quedaba sin aire ante el drama de esa familia, y me decía: “¿esto salió de mi cabeza? Debo ser un psicópata.”

Mientras escribía, uno de los rasgos de estilo que más me interesaba era la contención: por terrible que fuese cada historia, ninguno de sus personajes debía hacer demasiados aspavientos, ni reflexionar sobre su vida, del mismo modo que actúan las personas. En la literatura, uno puede recurrir a las cosas que el personaje piensa, recuerda o siente en cada momento. Pero en la película, todo lo que ocurre en su interior debe exteriorizarse mediante el cuerpo. Elvira Minguez, no puede detenerse y hacer un monólogo sobre su vida sexual. Basta con el gesto de darse la vuelta en la cama. Nancho Novo encuentra un cadáver en la calle y ve en él la muerte que le espera. No hay un párrafo escrito que diga eso. El trabajo lo tienen que hacer sus ojos.

Uno suele alimentar sus novelas con las cosas más inesperadas: conversaciones escuchadas a medias, comerciales de televisión, chismes. Al pasar a la película, esas frases e ideas robadas a la realidad tienen una segunda vida. Recuerdo, por ejemplo, a un anciano que vivía con su hija en mi edificio en Lima. La hija le prohibía fumar, y él se pasaba el día pidiendo cigarrillos de los desconocidos en el vestíbulo. Una madrugada, al volver a casa de una fiesta, llamé al ascensor. La puerta se abrió y una mano se me acercó desde el interior. Me llevé un susto de muerte. Era el anciano, que se había caído al suelo y desde ahí me pedía cigarrillos. Había olvidado ese episodio por completo hasta que vi la escena en que el abuelo le pide un cigarrillo a su nieta. Me pregunté qué habría sido del viejo. Supongo que ya ha muerto y que nunca sabrá que algo de él perdura en el cine: un homenaje secreto.

En otro momento, al terminar su fugaz affaire, la secretaria le dice a su jefe: “¿ahora qué vas a pensar de mí?” Ésa es una vieja broma postcoital peruana, dicha en España con el acento argentino de la actriz.

Hay miles de esos detalles en la película y, por cierto, también miles han quedado fuera, porque no caben. La novela tenía una estructura bastante cinematográfica y era relativamente breve. Aún así, ocurren demasiadas cosas para meterlas todas. La película no es corta –hora y tres cuartos-, pero la mayor parte de las historias se han recortado o tienen finales diferentes que en el original. Aunque a los escritores suelen molestarles esas alteraciones, para mí son un aporte creativo. Además, gracias a ellas, puedes ver la película y leer la novela, sin que una sea una mera repetición de la otra. Para mí son casi dos historias: una ocurre en Perú, la otra en España; una tiene unos finales, otra no; una sucede en los años 90, otra claramente en la actualidad, con la guerra de Irak en las pantallas. Sólo tienen en común ese aire de familia que produce un mundo cada vez más pequeño, en el que todos nos convertimos en espejos de los demás.

HermanoCerdo

Por: Iván Thais

Ya apareció la revista Hermano Cerdo 11, que pueden bajar desde su página en internet. Como nada que diga puede ser mejor que su acostumbrado sentido del humor para presentar la revista, los dejo con Kim Chen San, nuevo colaborador de la revista y encargado de presentar este número:

"Dicen -pero el Querido Líder es más sabio- que mi nombre es Kim Chen-San y que soy el nuevo columnista de la revista HermanoCerdo. Explicar cómo llegué aquí me es tan difícil como explicar por qué un día decidí atravesar a pie la zona desmilitarizada del paralelo 38. Pero sí, mi columna "Nuestro hombre en Pyongyang" (soy admirador de Graham Greene pero no es para tanto) será un puente de comunicación entre el querido pueblo norcoreano y las hermanas naciones de Hispanoamérica. Los editores de HermanoCerdo me enviarán cada mes un cheque por 20 dólares (¡todavía no lo puedo creer!) y un juego de navajas imperialistas americanas vía valija diplomática.
Aprovecho este espacio para agradecer a todos mis futuros lectores. Debido al inexistente acceso a internet aquí en Corea del Norte es posible que mis notas lleguen con algún retraso -posiblemente en la cabeza nuclear de un misil teledirigido-, pero eso no será obstáculo para que los siga informando. Los editores de HC me han pedido que escriba la editorial del número 11 a pesar de que no estoy de acuerdo con toda la propaganda imperialista y fascista yanqui que aquí se publica.
Hay un cuento de la escritora burguesa Lorrie Moore que trata de cómo los matrimonios imperialistas son una farsa. La única parte valiosa es cuando el narrador describe cómo el personaje Rafe -pro-nuclear- se interesa por la construcción de los cohetes a escala. En el cuento de un tal Cozzolino, también podemos ver cómo esta influencia nefasta, producto del libre mercado, se exporta a los hermanos pueblos de Latinoamérica. ¡Es el imperialismo yanqui lo que impide al narrador encontrar trabajo! Aunque el divorcio está admitido en Corea del Norte, gracias a nuestro Querido Líder, el Presidente Eterno, Kim Il-Sung, la taza de divorcios es baja, porque la desintegración familiar es producto del fascismo. Hay una historia anónima sobre un tal Miguel Habedero, escritor pequeñoburgués y pusilánime que pasa su vida regodeándose en el onanismo y el sibarismo. Aqui en Corea ya lo habríamos mandado a trabajar con los campesinos para reeducarlo. Y creo que hay una reseña de un tal Joseph Frank -crítico imperialista que debería ser pasado por las armas- sobre un tema que parece conocer muy bien: el fascismo; nos habla de cómo lo intelectuales burgueses no son lo que parecen. En especial me agrada el tratamiento que hace de un tal Cioran, un escritor pesimista. El pesimismo es producto de una sociedad decadente al borde del aniquilamiento espiritual y material. También se habla sobre un tal Mircea Eliade, un megalómano, y de un pusilánime de nombre Eugene Ionesco. Eugene, ¿así que te parecen malos los colectivismos, eh? ¿Estarías dispuesto a decir eso frente a nuestro Querido Líder Kim Jong-Il, que destaca entre los hombres por su peinado? La demás basura capitalista no merece mencionarse, en realidad sólo acepté colaborar aquí para que la gente conozca los adelantos de mi pueblo y de Nuestro Querido Líder, el Brillante, el Magnánimo, Kim Jong-Il."

De maestros, profesores, pedagogos, educadores y otras especies


Por: Jaime Abanto Padilla

Tuve dos profesores maravillosos en primaria, el primero fue Alindor, un hombre risueño de tierna mirada que muchas veces me habló de la vida, fue quien descubrió a mis siete años, mientras me pedía que leyera una poesía a Cristóbal Colón, que yo ostentaba una miopía severa. Me pidió hablar con mi madre y le comunicó, al día siguiente, que debía llevarme al único oftalmólogo de la ciudad. A los dos días llegué a la escuela convertido en un raro espécimen cargando unas gafas con pesadas lentes. Cuatrojos, me llamaban los menos creativos, a los siete años me hacía infeliz la idea de no pasar desapercibido con ese artefacto tan poco usual sostenido en mis orejas.
Aprendí mucho de Alindor, era un maestro verdadero, con cartapacio y cabello engominado, pulcro vestir y correcto hablar, si alguna vez tuve un ídolo a esa edad fue él. Me enseñó a moldear la arcilla y los días venideros de mi vida, que España es un país de Europa y que el pan compartido era más dulce que la miel. Me leyó cuentos y me hizo aprender poesías que me hacían sentir menos triste cuando pensaba en los Carmona, aquellos compañeros míos que eran lustrabotas.
El tiempo se encargó de alejarme de aquel buen hombre y entonces conocí a otro maestro, Tobías, un músico eximio que inventaba canciones y nos llevaba a la radio a por lo menos la mitad del salón, no éramos buenos para el canto pero a él no le importaba y nos mentía con una sonrisa. Tocaba acordeón y también la guitarra, cualquier instrumento entre sus manos era un canto de sirenas que atraía a multitudes. Cuando llegaba a clase se ponía siempre un blanco guardapolvo. Su alma de artista le hacia inventar canciones brillantez y hasta había grabado discos de vinilo que lucía orgulloso y feliz. Ambos maestros al entrar al salón hacían gestos de cortesía a los saludos que recibían, ambos siempre limpiaban la silla y el pupitre con blancos pañuelos antes de empezar la clase. Sus sesiones de aprendizaje eran cátedras de la vida y de las ciencias. Predicaban y cumplían sus prédicas a cabalidad. Eran gente honesta y bondadosa, aquellos que enseñaban a ceder la vereda y a colocar la silla para que se siente una dama, aquellos que me hicieron aprender que el verdadero valor de los hombres está en su interior y no en el brillo de fuera.Y como todos también, luchadores incansables, como todos defendían sus derechos dignamente, con hidalguía y entereza, con tenacidad y con respeto. En alguna huelga los vi años después reclamando con decencia, caminando por la calle y aplaudiendo con dignidad. No los imagino nunca protagonizando escándalos públicos, quemando llantas ni lanzando piedras.
Esa ola gigantesca que es el tiempo, se encargó de varar mis días a otras playas, de arrastrar mi vida lejos de esa isla feliz que fueron sus sabias enseñanzas. Esos maestros increíbles también fueron arrastrados por el tiempo inclemente a retiros esperados. Dejaron de escribir sus días con tizas polvorientas y empezaron a borrar sus días con almohadillas de tristeza. Había que dejar el lugar para otros y ellos lo sabían bien.Después de ellos una generación distinta llegó, una generación de profesores forjados en climas violentos, entre gases lacrimógenos y smock de llantas de caucho, entre insultos y pedradas destruyendo ventanales públicos y privados. Una generación incapaz de predicar con el ejemplo, una generación absurda con la que se pretende que un alumno lea doce libros al año cuando los educadores no leen dos al año, otros ni siquiera uno… Salvo las excepciones que se volvieron una especie rara, en extinción, una especie cada vez más difícil de encontrar en este mundo cada día menos piadoso y más vacío.

RISZARD KAPUSCINSKI, ese temerario casi desconocido: Ha muerto.




Nació en Polonia en 1932. Después de estudiar en la universidad de Varsovia fue corresponsal en el extranjero desde 1958 hasta 1981. Entre sus libros más importantes se encuentran “La Guerras del Fútbol y otros reportajes” (Anagrama, 1992); “Imperio” (Anagrama, 1994) y “Ebano” (Anagrama, 2000), una lúcida mirada a la compleja realidad del continente africano, con sus guerras, miseria e injusticia, galardonada con el premio Viareggio. También publicó “Los Cínicos no sirven para este Oficio” (Anagrama, 2001) así como un libro con sus fotografías tomadas en el continente Africano (“Desde Africa”, Altair, 2001). En el 2004 apareció “Los Cinco Sentidos del Periodista”, primer libro de la colección Nuevo Periodismo que desarrollan conjuntamente la FNPI y el Fondo de Cultura Económica. Así como un libro con sus fotografías tomadas en el continente Africano (“Desde Africa”, Altair, 2001). En una consulta realizada por la revista mensual Press fue distinguido con el título de Periodista del Siglo; también ha sido galardonado con el premio Príncipe de Asturias en comunicación y humanidades en el 2003, el premio J. Parandowski del Pen Club, el premio Goethe (Hamburgo), el premio de la fundación A. Jurzykowski (Nueva York) y el Prix de l´Astrolabe (Francia). Además del español, hablaba fluidamente 7 idiomas.

Esta eminencia ha muerto el martes en Varsovia, ha dejado este mundo y sus vicisitudes. Fue testigo directo de muchos cambios y tormentas políticas en el mundo, trató con dictadores y toda clase de canallas y políticos, desde Angola hasta el Zaire, desde Chile hasta Irán. En su larga carrera presenció 27 revoluciones, vivió 12 frentes de guerra y fue condenado en cuatro ocasiones a ser fusilado. A todas ellas sobrevivió con estoicismo y valor, con esa entereza propia de la gente brillante.

Dé él se dice muchas cosas, en una de sus últimas entrevistas que diera en México manifestaba que había aprendido a mimetizarse entre los alzados en armas y los humildes. Kapuscinski nunca tuvo miedo de ponerse al frente de dictadores como Selassie, carnicero de Etiopía, el Sha de Irán ni frente a cualquier dictador miserable de los que azotaron al mundo en las décadas que dio lustre al periodismo. Él sabía bien que la muerte tarde o temprano llega para todos y eso no lo atemorizaba. En su libro “Los cínicos no sirven para este oficio” nos decía:”...ser historiador es mi trabajo (...) estudiar la historia en el momento mismo de su desarrollo, lo que es el periodismo (...) Todo periodista es un historiador. Lo que él hace es investigar, explorar, describir la historia en su desarrollo. Tener una sabiduría y una intuición de historiador es una cualidad fundamental para todo periodista. (...) en el buen periodismo, además de la descripción de un acontecimiento, tenéis también la explicación de por qué ha sucedido; en el mal periodismo, en cambio, encontramos sólo la descripción, sin ninguna conexión o referencia al contexto histórico. Encontramos el relato del mero hecho, pero no conocemos ni las causas ni los precedentes. La historia responde simplemente a la pregunta: ¿por qué? “

El que ha partido es un ser irrepetible, un hombre bueno que legó a la humanidad un tesoro incalculable. Una explicación póstuma a la historia a los abismos del tiempo megalómano y presuntuoso.

Tomado de: www.balconinterior.blogspot.com

Ella tiene mala cara


Por: Jaime Bayly

Saliendo del cine de Lincoln road, ella quiere ir al baño. Me detengo a esperarla. Ella entra al baño, pero sale enseguida con mala cara y dice que hay mucha gente, unas colas horribles, y que mejor irá al baño del Starbucks de Alton road, que está a una cuadra, mientras yo saco la camioneta del estacionamiento. Poco después, detengo la camioneta en la puerta del Starbucks y ella sube con su café y un jugo para mí. Tiene mejor cara. Pudo ir al baño. Está más tranquila. No mucho más allá, paso por dos huecos en Alton road. La camioneta tiembla un poco. Ella derrama el café en sus manos y sus piernas. No le había puesto la tapa de plástico. Se quema las manos. Grita. Me detengo. Ella tira el café a la calle, se seca las manos con la falda manchada, me dice que sigamos, que es su culpa por no poner la tapa. Tiene mala cara.
Antes de entrar a la autopista, ella me dice que le hubiera gustado quedarse paseando por Lincoln road, que no entiende por qué debemos regresar a la casa tan pronto, siendo un sábado en la noche. Le digo que no me provoca pasear por esa calle un sábado en la noche porque suele estar muy congestionada, pero que, si quiere, la dejo un par de horas, me voy al gimnasio y luego regreso a buscarla. Me dice que no, que no le provoca quedarse sola. Le pregunto si está segura. Me dice que sí. Pero tiene mala cara. Tiene cara de estar harta de mí. Ya en la autopista, saco el celular y llamo a la madre de mis hijas, que está en Lima, en la playa. No la encuentro. Dejo un mensaje cariñoso. Le digo que la extraño, que en dos semanas estaré con ella y las niñas para pasar una semana en la playa y que luego vendremos de vacaciones a Miami. Guardo el celular. Ella me mira con mala cara y me dice que no entiende por qué soy tan cariñoso con la madre de mis hijas. Porque es la madre de mis hijas, le respondo. Pero me odia, responde ella. Y no deberías querer tanto a una persona que me odia, añade. No te odia, le digo. Quizá te tiene celos. Quizá te ve como una rival. Pero no te odia. Sí me odia, se enfurece ella, y me mira con mala cara. Me odia. No lo niegues. Y tú la sigues tratando como si fuera una reina. No te importa que la gente me odie, tú igual te llevas bien con ellos. Como con tu amiguito José Manuel o con tu novia Andrea, que me detestan, hablan mal de mí y tú como si nada, son tus grandes amigos, te da igual, no me defiendes. Exageras, le digo. Nadie te odia. Estás viendo fantasmas. Se hace un silencio. Ella tiene mala cara.
No me regalaste nada por Navidad, dice. Me quedo sorprendido por el reproche. Pero fue un acuerdo, tú misma me dijiste que mejor no nos regalaríamos nada, le digo. Sí, pero después me arrepentí y te regalé un maletín de cuero que me costó un montón de plata, me recuerda, furiosa. Y tú no me regalaste nada, te dio igual, añade. Pero a ella, a tu ex, que me odia, le diste no sé cuántos regalos, ¿o no? Bueno, sí, pero eso no tiene nada que ver contigo, pasé las fiestas en Lima con ella y mis hijas y era natural que les diese regalos a las tres, ¿o querías que llevase regalos a mis hijas y no a la mujer que me dio a mis hijas? Ella me mira con mala cara y dice: ¿Y yo qué? ¿No podías darme aunque sea un regalito? Lo siento, le digo. Pensé que no tenía tanta importancia. Fue un error. Mañana mismo te daré tu regalo de Navidad. Ella me mira con mala cara. ¡Ya no quiero un regalo!, se enfurece. ¡Ya no es Navidad!, me recuerda. Todos los días son Navidad, le digo, a ver si se ríe, pero no se ríe. Luego me equivoco gravemente. Además, tú me dijiste que tu regalo de Navidad podía ser el pasaje para que vinieras a Miami, le digo. Ella me mira con mala cara. ¿Ese fue tu regalo? ¿Un vulgar pasaje en económica de Nueva York a Miami?, me pregunta. ¿Por qué yo, tu amante secreta, tengo que volar en económica, y a tu ex la haces volar en ejecutiva? ¿Hasta cuándo me vas a mandar atrás, como si no estuviera a la altura de tu ex? ¿Por qué a ella no la mandas atrás también? ¿No ves que a ella la tratas como a una reina y a mí me tratas como a una puta barata? ¿Crees que me hace gracia viajar en económica, cuando tú y ella viajan siempre en ejecutiva? Me quedo callado. No tengo defensa. Lo siento, le digo. Fue un error no darte un regalo por Navidad y mandarte el boleto en económica. No volverá a ocurrir. Digo “no volverá a ocurrir” y pienso “porque es mejor que te quedes en Nueva York y no vengas a verme”. Pero eso no se lo digo. Llegando a la casa, ella se encierra a hablar por teléfono. No sé con quién está hablando porque habla en voz muy baja, para que no pueda oírla. Para no sufrir (o para sufrir de otra manera), me voy al gimnasio. Trotando en la faja, pienso que es mejor que ella regrese a Nueva York y se quede allá y no venga a verme de vez en cuando. Luego paso por la farmacia y le compro el perfume que más le gusta y pido que lo envuelvan con papel de regalo de Navidad. Cuando llego a casa, le doy el perfume pero ella tiene mala cara, me agradece secamente, no me da un beso y sigue escribiendo en la computadora y me mira como diciéndome que la estoy interrumpiendo, así que me retiro en silencio. Tarde en la noche, cuando ella duerme, bajo a la computadora y descubro que ha estado chateando con Jorge Javier, un amante que tuvo o tiene en Madrid. Es fácil descubrirlo porque ella ha dejado el chat abierto, quizá por descuido, o más probablemente para que yo lo lea y sufra. Ella le dice a Jorge Javier que está harta de mí, que la trato mal, que es como si todavía estuviera casado con la mujer que me dio dos hijas, que nunca me voy a casar con ella, que la trato como si fuera una amante de paso. Y ella ya no aguanta más mi frialdad, mis caprichos, mis desplantes. Luego descubro que ha estado viendo pornografía en internet. Es fácil descubrirlo porque ella ha dejado varias ventanas abiertas, seguramente con la intención de que yo las encuentre cuando baje a escribir. A la mañana siguiente, ella regresa a Nueva York en clase económica, pasillo, fila 25. Cuando vuelvo a la casa, encuentro en mi cama el perfume que le compré, con una nota que dice: “No todos los días son Navidad”.

Sociedad: ¿Escritores instantáneos?



Un American Idol literario. La editorial Simon & Schuster, una de las más poderosas de Estados Unidos, y el sitio de internet Gather.com acaban de lanzar un concurso literario en el que son los lectores quienes juzgan y eligen

Por Diego Otero

Esta escena se suele repetir frecuentemente, tanto en la vida real como en las películas. (También en las pesadillas de los escritores inéditos, desde luego). Un autor joven -un literato wannabe, digamos- llega a la enorme y lisa puerta de vidrio espejado de una editorial con su manuscrito en brazos. Todo está quieto. De pronto, se sobresalta al ver que su reflejo retrocede extrañamente mientras que del otro lado alguien abre la puerta. Una vez adentro, la oscuridad es casi total. Solo un cono de luz ilumina una desalentadora ruma de manuscritos. De modo que el joven autor no tiene más remedio que empinarse y colocar su obra (la obra que -piensa, o se esfuerza en pensar- le salvará la vida) en la cima de aquella ruma. El resto de la historia es silencio.

Pues según los organizadores de Primeros capítulos (traducción literal del nombre de este peculiar concurso) eso se terminó. "Esta es una muy buena oportunidad para que uno pueda dar a conocer su trabajo, y también para que pueda recibir una respuesta efectiva tanto de sus pares como de la comunidad editorial", ha dicho Tom Gerace, el fundador del sitio web Gather.com (suerte de Myspace adulto contemporáneo), que es la plataforma desde la que se está lanzando este concurso. ¿Pero de qué se trata exactamente? La noticia fue lanzada este 11 de enero, e hizo eco en algunos de los medios de prensa más importantes del mundo angloparlante. (Aunque quizá lo interesante no sea tanto el concurso en sí, sino las cosas que trae a colación. Pero vayamos por partes). En palabras del propio Gerace, por lo pronto, estamos ante una especie de "American Idol para gente pensante".

LA MECÁNICAEl asunto, en realidad, nació cuando un grupo de ejecutivos de la editorial Simon & Schuster decidió establecer contacto con Gather.com para ver si podían lanzar algún proyecto en colaboración, algo que les brindara rédito a ambos. Al final, el proyecto tomó forma de concurso: puede participar cualquiera que escriba en lengua inglesa y que no haya publicado un libro. Este es el mecanismo de participación y selección. Primero, cada autor en ciernes deberá colgar en el site de Gather el primer capítulo de su novela. Luego, en la primera ronda, que durará hasta el 3 de abril, la comunidad de miembros de Gather votará para elegir a quince de veinte escritores que pasarán a una segunda etapa. (El equipo editorial de Gather elegirá a los cinco restantes).

En la siguiente ronda, los veinte escritores seleccionados colgarán el segundo capítulo de sus libros para que los mismos votantes escojan a diez semifinalistas. Finalmente, en la última ronda, que durará del 2 al 22 de mayo, el tercer capítulo de estos diez semifinalistas pasará por el mismo cernidor, dejando apenas cinco finalistas. (Cuatro escogidos por el público y uno por el comité editorial de Gather). El 31 de mayo, un jurado conformado por "altas personalidades del mundo de las letras" elegirá al ganador del premio, quien recibirá cinco mil dólares, un contrato de publicación con Touchstone Fireside (rama de Simon & Schuster), y otro contrato de distribución con Borders, para asegurarse de que su libro -ese que le salvará la vida- llegue a todos los rincones del país.

LOCOS POR VOTAR¿Cómo llamarlo? ¿Manía, moda, boom? La interactividad ha tomado del cogote al mundo global, y ahora el público enfebrecido del primer mundo vota para elegir al nuevo ídolo de la canción (American Idol), al video más popular de YouTube (esa página tan asombrosa y escalofriante), o incluso (esto ya está cerca del colmo) al comercial que una marca de golosinas exhibirá durante el Super Bowl. Es, en la superficie, la ilusión de una democracia plena, pero también una carnada suculenta para los que quieren jugar la mascarada del poder, esa en la que no existen individuos sino encuestas de preferencias o aceptación. Quizá por eso ya se han hecho oír algunas voces contrarias. Se ha dicho, insistentemente, que un concurso de estas características no incide en la fortaleza artística sino en el impacto popular.

Y eso, claro, nos lleva a otras cosas. ¿No será acaso que este concurso es un síntoma de que la industria editorial de gran escala y sus engranajes empiezan a perder piso?, ¿no es este concurso, después de todo, en cierta forma, un intento algo paranoide y exaltado por inventar, poseer y lanzar al estrellato a un escritor que llegue con una buena cantidad de público incluido? Una cosa más. ¿No deberíamos preguntarnos quién tiene tiempo para leer tantos manuscritos (presumiblemente malos en su mayoría) como para poder votar por uno con conocimiento de causa? En un blog estadounidense en el que se informa del concurso, un lector comenta que los únicos que leerán con interés esos manuscritos son los agentes literarios, es decir, esos personajes que buscan (como aguja en un pajar) su propia gallina de los huevos de oro. Y luego dice: ¿pero no es ese su trabajo de cualquier modo?

No es la primera vezCuriosamente, Simon & Schuster (emporio fundado en los años 20, y que hoy día publica a nombres como Michael Moore, Hillary Clinton o Bob Dylan), no es la única editorial que se ha asociado a Gather.com en los últimos meses. El Premio Sobol, de características similares a Primeros capítulos, que fue lanzado en noviembre pasado por todo lo alto y que ofrecía cien mil dólares al ganador, fue cancelado hace unos días porque no hubo suficientes participantes. ¿Qué pasó?, no lo sabemos. Pero hay un detalle que quizá sea importante: se debía pagar un impuesto de 85 dólares para inscribir los manuscritos.

Tomado del diario "El Comercio"

La "joven de la selva" empieza a mostrar emociones tras sesión con psicólogo español




OYADAW, CAMBOYA. La "joven de la selva", que pasó 18 años en la jungla camboyana y fue encontrada la semana pasada, ha empezado a interactuar, a fijar la mirada y a mostrar emociones tras una primera sesión con el psicólogo español Héctor Rifá.

El psicólogo de la Universidad de Oviedo (España), que ha pasado 24 horas con la familia en su casa del poblado de Oyadaw, dijo hoy a Efe que la joven "balbucea palabras, aunque no se la entiende, fija la mirada de vez en cuando, antes la rehuía. Le he arrancado hasta alguna sonrisa".
Rifá emprendió hoy viaje de regreso a Phnom Penh, la capital camboyana, con la idea de repetir dentro de una semana la sesión con la muchacha, que se perdió en la jungla cuando tenía 10 años.

En la primera sesión, el psicólogo le ha hecho varias pruebas, utilizando objetos como un espejo y dos osos de peluche, "con los que durmió abrazada esta noche", según explicó.
"Primero se tuvo que conocer (ante el espejo). Balbuceaba sola y luego me metí yo en el reflejo y se estableció un vínculo. Se trata de romper el aislamiento, haces gestos y ella te copia", señaló el psicólogo.

A nivel sensorial, empleó dos osos de peluche "de distinto tamaño" para que -según explicó- ella expresara sus emociones, los acariciara, "para que ella imaginara que uno es la madre y otro el hijo, o lo que quisiera", y agregó que "es muy importante que ahora en la casa tiene algo suyo: su espejo, sus ositos".

También le puso música, "aunque no sé cómo la percibe" porque, señaló el psicólogo, la joven se quedaba agarrada al radiocasette.
Rifá asegura que Rochom Pngieng, como se llama la joven de 28 años que al parecer se perdió en la jungla cuando cuidaba ganado a los 10 años, "ya camina erguida, a base de pasear con ella por el campo, con la madre, con la hermana", aunque afirma que "tiene la musculatura muy débil".
De hecho, Rifá duda de la primera versión que se dio de que al encontrarla andaba a cuatro patas y que gruñía.

"Por lo que me ha explicado su familia, andaba como los ancianos, encorvada por la debilidad, y yo no he visto que gruñera".
Para comprobar su estado físico, Rifá hizo venir a una sanitaria del servicio público de salud, quien le hizo una exploración, en la que palpando el hígado descartó que tenga "malaria asintomática", además de medirle la tensión y otras pruebas.
"Se trataba de que no fuera al hospital como quería alguna ONG. Que siga en casa adaptándose a la comunidad", agregó, y aseguró que ahora se está alimentando muy bien y que con eso y el ejercicio físico "se irá recuperando".

Rifá, que vive en Phnom Penh, donde trabaja para la Universidad española de Oviedo dirigiendo un proyecto de la ONG "Psicólogos sin Fronteras", financiado por la Agencia Asturiana de Cooperación Internacional, quiere volver dentro de una semana para otra sesión, pero no ha querido quedarse más con la familia "porque no se trata de ser yo parte de la historia".
"Lo que he hecho es provocar a la madre y a un hermano, que son los más activos, para que ellos sigan estimulando sensorialmente a la chica, que está reaccionando al medio, para conseguir que en dos o tres sesiones más vaya mejorando, que esté más tiempo contenta y sonriente y no como ahora, que pasa más tiempo con la mirada perdida", dijo.

La historia de la "niña salvaje" ha catapultado a la publicidad al pequeño pueblo donde vive la familia, y según Rifá, es constante el ir y venir de periodistas y curiosos.
El psicólogo no quiere entrar en la polémica de si es cierta o no la historia que destapó primero un periódico camboyano.

"Yo tengo todas las dudas del mundo. No tengo ninguna prueba de dónde viene, que ha hecho estos años, hay cosas que no casan", afirmó, pero subrayó que "prefiero no entrar en lo que hay detrás. Prefiero centrarme en la chica y su problemática, hacerlo objetivo, científico".
Según contaron las primeras versiones, la joven fue encontrada el pasado 13 de enero desnuda, malnutrida y sin capacidad para hablar por unos leñadores cuando iba a robar comida, y fue identificada por el policía local, Sao Loo, y su mujer, como la niña que desapareció hace 18 años cuando cuidaba ganado.

A la curiosidad natural por la historia se une la tradición de las comunidades de la zona de ir a hacer una visita de cortesía cuando regresa alguien, cuando la familia se recompone.
Por ello, cuenta el psicólogo, llega gente con frutas y regalos para la joven, que "está rodeada de personas que la miran, la tocan. La casa siempre está abierta".
En la propia casa, de apenas 25 metros cuadrados, hay 15 de familia, entre hermanos, tíos, y parejas casadas, que duermen todos en el suelo en esterillas, y entre los cuáles pasó la noche Rifá.
Fuente: EFE

Wednesday, January 10, 2007

CAJAMARCA PRESENTE EN LA III FERIA DEL LIBRO DE TRUJILLO




INC presente con autores cajamarquinos del 25 de enero al 04 de febrero de 2007

La Feria del Libro de Trujillo, organizada por ATAL (Asociación Trujillo Arte y Literatura) es el evento cultural más importante del norte del país. Reúne, cada 2 años, a escritores nacionales y extranjeros, editoriales, artistas y lectores en torno a la celebración del libro y la lectura. En sus 2 versiones anteriores ha tenido como invitados estrella a Mario Vargas Llosa, a la narradora colombiana Laura Restrepo y al poeta chileno Gonzalo Rojas. En esta oportunidad el invitado de honor es Alfredo Bryce Echenique, uno de los novelistas más destacados de Latinoamérica y del mundo.

En esta tercera edición participará el Instituto Nacional de Cultura - Cajamarca con una delegación de 50 escritores, poetas y narradores de las 13 provincias de del departamento, que han editado uno o más libros, y que tendrán la oportunidad de exponerlos ante un público, que este año, pasará fácilmente el cuarto de millón de ávidos lectores.

Se ha programado además la atención a las necesidades de 3 tipos de público: el literario que gozará de las presentaciones de las últimas novedades nacionales e internacionales, el académico que tendrá en la feria un importante espacio de diálogos sobre los temas de la agenda cultural contemporánea y el infantil que contará con un programa especial de espectáculos, talleres y narración de cuentos.

En este amplio programa, Cajamarca contará con un espacio exclusivo el sábado 03 de febrero a partir de las 12: 00 m. En este horario el Dr. Luzmán Salas disertará sobre la literatura cajamarquina, y el padre Miguel Garnett presentará la novela “Tahuán” de Gregorio Díaz Izquierdo y el escritor Bethoven Medina hará lo mismo con los relatos de William Guillén: “Los escritos del Oidor”. Por la noche se desarrollará una velada literaria con la participación de los clubes de todas las provincias de Cajamarca residentes en Trujillo.

La feria se realizará en la Plazuela “El Recreo” (Jr. Pizarro y Estete) de 10:00 a.m. a 10: 00 p.m. a partir del 25 de enero al 04 de febrero del presente año.Los escritores interesados pueden acercarse a la Oficina de Actividades Culturales – INC – Cajamarca para mayor información.
Jr. Belén 6ta cuadra s/n - Conjunto Monumental de Belén. Teléfonos: 36 - 2601- 36- 6603 De lunes a viernes 9 :00 a.m. a 1:00 p.m. 4 :00 p.m. a 6:00 p.m.

Sunday, January 07, 2007

Umberto Eco: “Es fatal sentirse acorralado”




•• CUMPLEAÑOS • El escritor y semiólogo italiano cumplió 75 años de vida •
Aquí habla sobre los secretos de "El nombre de la rosa", su novela más difundida.

Por: Antonio Gnoli.

–¿Qué es lo que no sabemos todavía de El nombre de la rosa?
–Todos piensan que la novela fue escrita en computadora, o que usé máquina de escribir. En realidad, la primera versión fue hecha con lapicero. Pero recuerdo que pasé un año entero sin escribir una sola línea. Leía, hacía dibujos, diagramas, en suma, inventaba un mundo. Dibujé cientos de laberintos y plantas de abadías, basándome en otros dibujos, y en lugares que visitaba.

–¿Por qué esa exigencia visual?
–Era una manera de tomarle confianza al ambiente que estaba imaginando. Por ejemplo, necesitaba saber cuánto tardaban dos personajes en ir de un lugar a otro. Y eso definía también la duración de los diálogos que, por otra parte, no estaba tan seguro de poder lograr.

–Entiendo los lugares, pero ¿por qué dibujar también a los monjes de la abadía?
–Necesitaba reconocer a mis personajes, mientras los hacía hablar o actuar, de lo contrario no habría sabido qué hacerles decir.

–Dos años después de la publicación de la novela, usted agrega un apéndice con las-Apostillas al nombre de la rosa-, abandonando así su idea de que una novela camina por su cuenta y el autor debe desinteresarse.
–Podría responder que en ese momento tenía en mente las explicaciones que Thomas Mann había tratado de dar del Doctor Faustus. Pero la verdad es que habían surgido muchos debates alrededor de la novela. Y en mi apostilla, si se lee con atención, se verá que mis consideraciones son externas al libro.

–A veces da la sensación de que usted no soporta más la repercusión que tuvo la novela. ¿Se siente asediado?
–Es fatal sentirse acorralado. Por otro lado, constatar que en torno de El nombre de la rosa se editaron miles de páginas de crítica, centenares de ensayos, libros y textos de monografías me hace sentir bastante obligado a pronunciarme sobre algunas cuestiones de poética. Es legítimo que un autor declare cómo trabaja, mientras que la crítica interviene respecto del modo en que se lee un libro.

–¿El hecho, entonces, de que -El nombre de la rosa- sea una obra "abierta" depende más de los otros que de usted?
–Depende de la novela y no de lo que digo después. Si bien hago alusión, como en las apostillas, a lo posmoderno, no hay nada que obligue a leer el libro de determinada manera. (...).

–La sutil ironía literaria, hecha de citas, referencias, alusiones es un homenaje a la inteligencia pura. Pero, ¿no existe el riesgo de que la elaboración de la página termine teniendo poca narración y mucha cabeza?
–No son asuntos míos. Yo puedo ocuparme legítimamente de apostillas, de esta charla, del hecho de que la novela fue escrita en una época en la que se hablaba mucho de dialogismo intertextual y de Bajtin. Si después usted señala que de esa manera muy pocos la leerán, yo le respondo: es cosa del lector, no mía. (...).

–Tengo la impresión de que usted busca una respuesta a un problema insondable. ¿Qué decreta el éxito de un libro como -El nombre de la rosa-? Reconocerá que en definitiva tiene algo de misterioso.
–Es cierto, yo estoy buscando explicaciones. Pero sólo porque usted me lo pide. Si de mí dependiera, prescindiría de eso. Lo que sé y que comprendí es que si El nombre de la rosa hubiera salido diez años antes, tal vez nadie se habría enterado, y si salía diez años después, tal vez habría sido igualmente ignorado.


–Hay un ejemplo que tenemos ante nuestros ojos hoy: -El Código da Vinci- de Dan Brown. ¿Considera que si hubiera salido en otro momento no habría tenido el mismo éxito?
–Dudo que, de haber salido estando Paulo VI, El Código da Vinci hubiera interesado a la gente. La explicación del fenómeno que se generó en torno de una novela policial, en definitiva bastante modesta, es que remite quizás a la gran teatralización de los hechos religiosos ocurrida durante el pontificado de Juan Pablo II. En la novela de Dan Brown hubo una inversión teológica de parte de la gente. Digámoslo de esta manera: escribió un libro que salió en el momento justo.

–¿Por qué eligió ese título, El nombre de la rosa?
–Era el último de una lista que incluía entre otros La abadía del delito, Adso de Melk, etcétera. Todos los que leían la lista decían que El nombre de la rosa era el mejor.

–Es también el cierre de la novela, la cita latina.
–Que yo inserté para despistar al lector. Pero el lector lo que hizo fue seguir todos los valores simbólicos de la rosa, que son muchísimos.

–¿Le molesta el exceso de interpretación?
–No, soy de los que piensan que a menudo el libro es más inteligente que su autor. El lector puede encontrar referencias que el autor no había pensado. No creo tener derecho a impedir que se saquen ciertas conclusiones. Pero tengo el derecho de obstaculizar que se saquen otras.

–Explíquelo un poco mejor.
–Los que, por ejemplo, en la "rosa" encontraron una referencia al verso de Shakespeare "a rose by any other name", se equivocan. Mi cita significa que las cosas dejan de existir y quedan solamente las palabras. Shakespeare dice exactamente lo opuesto: las palabras no cuentan para nada, la rosa sería una rosa con cualquier nombre.

–La imagen de la rosa termina la novela. Pero el verdadero problema para un escritor, sobre todo si es debutante, es cómo iniciarla. ¿Con qué disposición mental, con qué dudas se puso frente a la primera página?
–En un primer momento la idea era escribir una especie de policial. Después, me di cuenta de que mis novelas nunca empezaron a partir de un proyecto, sino de una imagen. Y en la imagen que se me aparecía me recordaba a mí mismo en la Abadía de Santa Escolástica, frente a un atril enorme donde leía las Acta Sanctorum y me divertía como loco. De ahí la idea de imaginar a un benedictino en un monasterio que mientras lee la colección encuadernada del manifiesto muere fulminado.

EL TIEMPO PRESENTE
–Un homenaje irónico a la actualidad.
–Demasiado actual, y entonces pensé que sería mejor retrotraer todo al medioevo. La idea de que un fraile muriera hojeando un libro envenenado me parecía eficaz.

–¿Cómo se le ocurrió?
–Pensaba que era una creación de mi fantasía. Después descubrí que existe ya en las Mil y una noches y que Dumas la había copiado en el ciclo de los Valois. O sea que es un viejo topo literario. Siendo un narrador de citas, me divirtió.

–Usted al principio mencionaba el -Tratado sobre los venenos- del catalán Mateu Orfila. ¿Realmente pensaba que encontraría allí una respuesta a sus dilemas toxicológicos?
–Fue un intento, pero el libro resultó inservible. Entonces le pedí ayuda a un químico amigo mío. Le escribí una carta muy detallada. Después le pedí que la tirara, no sea cosa que cualquier día alguien que conozco muera por accidente envenenado del mismo modo, encuentran la carta y me dan treinta años de cárcel.

El timón de la escritura
—¿Cómo reacciona ante una crítica negativa?

—No me hago ningún drama. Cuando me doy cuenta de que se puede decir lo contrario de todo, entonces llego a la conclusión de que la crítica es una simple reacción de gusto.

—¿Cómo hace, siendo un intelectual que ama las reglas y la claridad, para tener una gran curiosidad por lo deforme, lo monstruoso, lo irracional?
—Me viene a la mente la comedia de Gilberto Govi Colpi di timone. Haciendo girar el timón se zigzaguea. Zigzaguear es viajar contra el viento: un poco hacia un lado otro poco hacia el otro. Considero que la poética del zigzagueo forma parte de mi actividad intelectual. Puedo escribir un ensayo sobre Tomás de Aquino y acto seguido una parodia sobre el mismo tema. Justamente como girar el timón. Zigzagueo para no tomarme demasiado en serio lo que hago. Dicho esto, ¿le haría una pregunta así a Rabelais? Le preguntaría: "¿Por qué te gusta lo deforme?" Él respondería: "Porque soy Rabelais". Mientras que al pobre Tasso nadie le haría semejante pregunta.

(*) Tomado del Clarín.

Saturday, January 06, 2007

Watanabe y sus banderas poéticas





•• Cosas del cuerpo y del espíritu • En su último poemario, Banderas detrás de la niebla, el reconocido poeta peruano continúa explorando los temas centrales que su obra poética ha venido desarrollando.


Si bien la obra de José Watanabe alcanzó reconocimiento unánime con El huso de la palabra (1989), es recién con Cosas del cuerpo (1999) que su poética, basada en la atenta observación de la naturaleza y la vida cotidiana, encuentra en una muy particular interpretación de la muerte –vista como el triunfo de los aspectos físicos de la vida (humana, animal o vegetal) sobre los inmateriales– sus más adecuados temas y motivos. Esta propuesta siguió desarrollándose en La piedra alada (2005), libro que ya desde el título anunciaba la oposición entre lo permanente y lo efímero; y es también el eje central de Banderas detrás de la niebla (Peisa, 2006) su más reciente poemario.La primera sección de este nuevo libro, “Riendo y nublado”, es precisamente un conjunto de textos sobre la muerte que se inicia con “Responso ante el cadáver de mi madre”: “A este cadáver le falta alegría,/ ¿alguna alegría puede entrar en su alma / que está tendida sobre sus órganos de polvo?” El oscuro pesimismo de “Responso...” (y también de “El Suicida”, “Los nonatos”, “Los búfalos”) es apenas compensado por “la satisfacción” del yo poético al saberse aún vivo, aunque lo compruebe como si se tratara de un agonizante, poniendo un espejo cerca de su rostro: “Sí, ese señor entrecano en el marco dorado / soy yo. /...Y me da un enorme placer verlo, riendo y nublado. Soy yo”.
En medio de esa oscuridad llegamos a las “Banderas detrás de la niebla”, la segunda y más breve sección del libro: seis “artes poéticas”, poemas en que el autor, sin apartarse del tema central, reflexiona sobre su propia poesía. En “Flores” la poesía se define como “una fugaz y delicada acción del ojo”; pero aunque el poema es básicamente una imagen, no se deja de señalar su vínculo esencial con la palabra, “la única palabra / y el sol no puede quemarla en mi boca” (“El algarrobo”).
De esta conjunción de imagen y palabra (que remite tanto a la contemplación oriental como al imaginismo literario estadounidense) surge la única posibilidad de trascendencia más allá de la muerte (“Basho”).En “Otros poemas”, Watanabe traslada su escepticismo a situaciones de la vida cotidiana, revisando “mitos” contemporáneos, como la maternidad o el matrimonio, con ironía y humor negro. En “El maratonista”, por ejemplo, es el “triunfo” basado en el esfuerzo personal: “todavía insistes en llegar a donde ya no importa. / Esto ya no tiene sentido, no abuses / de nuestra piedad”. Buena parte de los textos nos presentan a amantes enfrentando problemas de comunicación (“El salmón rojo”) o buscando la tan anhelada trascendencia a través del erotismo” “el deseo de nuestros cuerpos / jugará esta noche, como el de todos los amantes / con la muerte y la disolución...” (“En la calle de las compras”).
El minotauro: El libro concluye con el poema “Asterión”, recuperado del poemario El Minotauro que Watanabe escribió hace un año pero que ha decidido no publicar: “Creo que me equivoqué, estaba utilizando la figura del Minotauro o Asterión para hablar de mí”. Al parecer, con esta decisión estaría dejando de lado aquella línea poética, libresca y culturalista, que desarrolló en obras como Antígona (2000) y Habitó entre nosotros (2002), para centrarse en aquella otra (la de Cosas del cuerpo y La piedra alada) más relacionada a sus experiencias y recuerdos personales, y que en Banderas detrás de la niebla ratifica la madurez literaria alcanzada por José Watanabe.PerfilNacimiento. En Laredo (Trujillo) el 17 de marzo de 1946. Su primer libro, Álbum de familia, fue publicado en 1971 y mereció el premio Poeta Joven del Perú.Otros poemarios. El huso de la palabra (1989), Cosas del cuerpo (1999). Habitó entre nosotros (2002), La piedra alada (2005).

Friday, January 05, 2007

Homenaje: El mestizaje como herencia




José Antonio del Busto (1932- 2006), dejó casi terminado un gran diccionario sobre los conquistadores.
El legado del historiadorAntes de acabar el año se apagó la vida de uno de los últimos grandes historiadores peruanos: José Antonio Del Busto Duthurburu. Biógrafo de Pizarro, fue quien más defendió la tesis del mestizaje.

Por: Jorge Paredes

Hace tres años, con ocasión de las Fiestas Patrias, en El Dominical se nos ocurrió reunir a dos historiadores para que dialogaran en torno a los conceptos de "patria, nación e identidad". Por un lado se convocó a Percy Cayo, un estudioso de la historia naval peruana y de las contradicciones del Perú republicano; y por el otro a José Antonio del Busto, el historiador de la Conquista, entendida como la etapa fundacional del Perú, y autor de la biografía más completa de Francisco Pizarro. La elección no pudo ser más acertada. Ambos acudieron a la cita y como los dos viejos amigos que eran empezaron un diálogo fluido que se prolongó por más de una hora y que después ordenaron por escrito. A los tres temas propuestos, ellos añadieron un cuarto ítem: El Perú que llegó a 1821. Ahí dejaron sentadas sus posiciones sobre lo peruano: "la promesa de la vida peruana", decía Cayo, parafraseando a Basadre; mientras que Del Busto abogaba por la idea del mestizaje como sinónimo de "fraternidad". "El indigenismo y el hispanismo en exceso separan; el peruanismo, y de hecho el mestizaje, unifica", escribió en aquella ocasión.

El destino ha querido que ahora ambos ya no estén con nosotros. Cayo falleció hace dos años y esta semana murió José Antonio del Busto. Más que un historiador, Del Busto era un creyente de las posibilidades del Perú mestizo, de ese país producto del encuentro -con todos sus conflictos- entre lo hispano y lo autóctono; entre lo europeo y lo andino; un mestizaje que, decía, no era ya tanto racial sino cultural y cuya marca impregnaba todo lo peruano, desde la comida hasta la ropa. Gran parte de su vasta obra (cerca de cincuenta libros) gira en torno a este compromiso.

Del Busto pertenecía a esa casta de historiadores meticulosos y fervientes, en la línea de Porras, Basadre o Lohmann. Un historiador apasionado, pero que nunca aventuraba una especulación, sino por el contrario, tenía siempre la contundencia del dato preciso. Ahí está su minuciosa biografía sobre Pizarro, la más completa que se haya hecho en el mundo sobre el conquistador; o su biografía sobre Túpac Yupanqui, cuya redacción le tomó varias décadas de investigación y lo hizo arribar a una conclusión sorprendente: el inca había descubierto Oceanía.

Para probar lo dicho, Del Busto no dudó en hacerse a la mar y seguir la ruta que habría seguido Túpac Yupanqui.

Quienes lo han conocido lo recuerdan como una persona de ideas seguras y firmes, las cuales siempre defendía con entereza. La misma que tuvo para salir a cuestionar la decisión de la Municipalidad de Lima de retirar el monumento de Pizarro de la Plaza Mayor. "Podrán sacarlo de ahí, pero de la historia jamás", dijo y pocos entendían que lo que en realidad defendía era el origen del Perú en ese cruce entre conquistadores y conquistados. "No somos ni vencedores ni vencidos, somos descendientes de los vencedores y de los vencidos", dijo en otra ocasión. Joseph Dager, profesor de la Universidad Católica, resalta el pensamiento peruanista del maestro: "Él estaba convencido de que si los peruanos nos reconociésemos cada vez más como mestizos, seríamos más solidarios y tolerantes, y caminaríamos hacia la integración".
Hoy Del Busto aguarda el juicio de la historia, la que probablemente terminará dándole la razón. (JPL) Viajero tenazHabía escuchado de sus viajes a la Polinesia, a la Antártica, al norte del África, o su reconstrucción de la travesía de Orellana por el río Amazonas. Cuando fui su alumno, quedé marcado con su descripción de los viajes de Pizarro y la captura del inca Atahualpa en la plaza de Cajamarca. Ya como alumno avanzado de Historia, tuve la responsabilidad de reemplazarlo durante un mes en su curso de Historia del Perú, cuando se fue a reconstruir el segundo viaje de Colón. Así fue don Antonio del Busto, viajero tenaz; el único historiador peruano -como decía- que había pisado los seis continentes. A inicios de los 90, tuve el privilegio de recorrer con él buena parte del Perú. Y de todos esos periplos, quizá el que más me marcó fue el que hicimos a Ayacucho. Recuerdo su reflexión sobre nuestra independencia en la Pampa de la Quinua; la escalada a la cueva de Pikimachay; la travesía a la mítica Vilcashuamán, donde está el único ushnu -o trono- del Inca que se conserva en el Perú. Así era Del Busto: una enciclopedia viva. De él aprendimos esa "terca apuesta por el Perú". (Juan Luis Orrego, historiador PUCP)

Un dictador de novela


Por: Santiago Roncagliolo
El nombre del ex dictador de Zaire Mobutu Sese Seko Kuku Ngbendu Wa Za Banga significa “el guerrero todopoderoso que va de conquista en conquista y deja fuego a su paso”. Pero también se puede interpretar como “el gallo que pisa a todas las gallinas”. En efecto, Mobutu tenía la costumbre de ejercer del derecho de pernada presidencial con todas las mujeres que encontrase a su paso. Tuvo diecisiete hijos reconocidos. Y sus amantes simultáneas más famosas eran gemelas, porque eso da buena suerte.

El libro de Michaela Wrong Tras los pasos del señor Kurtz –publicado recientemente en España por Intermón- narra esta y otras particularidades del hombre que gobernó el actual Congo durante treinta y siete años combinando la mano de hierro con una espectacular extravagancia. El libro tiene momentos que recuerdan El otoño del patriarca de García Márquez, La fiesta del Chivo de Vargas Llosa o El señor presidente de Miguel Ángel Asturias, con una diferencia: no es una novela sino una crónica. Todo lo que cuenta es real.

Uno de los capítulos más surrealistas está dedicado a su palacio de Gbadolite, “el Versalles de la jungla”, que medía quince mil metros cuadrados y tenía puertas de malaquita de siete metros de altura. Gbadolite incluía discoteca, piscina olímpica y refugio nuclear, todo forrado en mármol y decorado con arañas de Murano, cristalería de Venecia y tapices de Aubusson. Como estaba en el corazón de la selva, cada adorno debía llevarse en avión especialmente. Solo trasladar el pastel de bodas de su hija costó $65.000. Eso sí, el transporte solía ser rápido, porque el palacio tenía una pista de aterrizaje propia decorada con una pagoda donde a menudo pasaba días el Concorde, que Mobutu le alquilaba a Air France porque no conseguía dormir en los aviones normales.

¿De dónde sacaba tanto dinero el líder de uno de los países más pobres del mundo? De los países ricos. Para EE. UU., Zaire representaba un aliado contra el comunismo. Para Bélgica, era su única ex colonia y, por tanto, una especie de buque insignia de respetabilidad internacional. Y para Francia, un mercado potencial y un enclave francófono en la región. Por presión de estos países, Mobutu recibió $9.300 millones de gobiernos aliados y de organismos multilaterales como el FMI y el Banco Mundial. Del año 85 al 94, el promedio anual de ayudas internacionales fue de $542 millones. Y no estamos contando los cuantiosos ingresos por concepto de diamantes, petróleo y sobornos.

Básicamente, todo el dinero era para Mobutu. Todos sus proyectos faraónicos tenían como destinatario principal su bolsillo y el de sus amigos. Su cleptocracia fue tan monumental que el país quebró. Entonces ordenó imprimir billetes, que su gente llevaba rápidamente a cambiar por dólares o francos. Cuando en la capital Kinshasa se descubrió que se estaba emitiendo papel moneda sin respaldo, los burócratas se llevaron aviones enteros de dinero para cambiarlos en ciudades donde aún no se hubiese destapado el pastel. La economía nacional era la peor pesadilla de un administrador, porque su principal problema era precisamente su piedra angular: Mobutu.

Un personaje tan novelesco, por supuesto, merecía un final trágico: Mobutu pasó los últimos años de su gobierno encerrado en la suntuosa cárcel de su palacio. Mientras el país se venía abajo, vivía rodeado de familiares que le exigían constantemente sobres llenos de dinero. Finalmente, cuando la guerrilla empezó a acercarse a la capital, sus generales sobrevaluaron los costos de defensa y se robaron todo el dinero de los pertrechos. Se robaron incluso el sueldo de los soldados, que desertaron en masa sin siquiera combatir. Hasta el último momento, Mobutu recibió informes falsos de asesores que le pedían dinero con la promesa de terminar con la guerrilla. El único informe real era el de sus médicos europeos: cáncer de próstata. No sobrevivió un año a su derrota. Todo su dinero no lo salvó de la muerte, de la soledad y la tristeza.

Como las grandes novelas, la increíble historia de Mobutu grafica los límites de ridículo extremo que alcanza el poder sin cortapisas. Pero como reportaje, quizá su mayor interés radica en mostrar cómo los gobernantes más absurdos e injustos se apoyan en un amplio abanico de cómplices voluntarios o no. De Mobutu –y de Pinochet, y de Pol Pot- fueron responsables una constelación de cínicos que iba desde los más oscuros funcionarios hasta las mayores potencias mundiales.

Humberto Eco y sus tres cuartos de siglo


Cumple 75 años de existencia • Escritor italiano –premio Príncipe de Asturias 2000– es autor de El nombre de la rosa, novela de gran éxito • Pero no solo es novelista sino también un reconocido lingüista.

Vida y éxito. Umberto Eco llega a los 75 años con reconocimiento pleno. Al lado, tres de sus obras más conocidas.Agencias.

El maestro y guía de los laberintos está de cumpleaños. El escritor y ensayista italiano Umberto Eco arriba a los tres cuartos de siglo con una trayectoria coronada de éxitos no solo en el campo de la novelística –escritor italiano actual más conocido en el mundo– sino también como un gran semiólogo. Si bien como lingüista había publicado varios textos, fue recién a partir de 1980 que saltó a la fama gracias a su novela El nombre de la rosa, que narra las pesquisas de un monje franciscano en una abadía donde se ha cometido un crimen. Ganó popularidad y reconocimiento. Le granjeó, en 1981, el premio Strega, en Italia, y el premio Medicis, en Francia. Fue llevada al cine por J.J. Annaud.Años después, por su libro de ensayo Kant y el ornitorrinco ganó el premio Príncipe de Asturias de Comunicación en el año 2000.
Pero sus éxitos no se han detenido. El año pasado salió su libro A passo di gambero. Guerre calde e populismo mediatico (A paso de cangrejo. Guerras calientes y populismo mediático), una recopilación de sus artículos entre finales de 2001 y finales de 2005, periodo que abarca desde el 11 de setiembre y pasa por las guerras de Afganistán e Irak. El libro recoge lo que, en su opinión, son pasos atrás dados en los últimos años no solo por el estallido de esas guerras sino también por la reapertura de la polémica contra las teorías de Darwin y el nuevo contencioso entre Iglesia y Estado, ya superados anteriormente.
Autor en su laberintoUmberto Eco nació en Alessandria, cerca a Turín (Italia), el 5 de enero del año 1932. Era hijo de Giovanna Bisio y del contador Giulio Eco. Abandonó sus estudios de derecho en la Universidad de Turín para dedicarse a la literatura y la filosofía medieval, que después le serviría para desarrollar y ambientar sus novelas. Se doctoró en 1954 con una tesis sobre Tomás de Aquino. Trabajó en la RAI como editor cultural hasta 1959, pero lo abandonó también por la literatura.Eco es también un divulgador de la semiótica. Impartió clases en Florencia y Milán, pero sobre todo desde su cátedra de la Universidad de Bolonia a comienzos de los años 70. Como ensayista publicó, entre otros libros, Obra abierta (1962), La estructura ausente (1968), Una teoría de semióticas (1976), Un panorama semiótico (1979) o En busca del lenguaje perfecto (1995).
Después de El nombre de la rosa, Eco publicó El péndulo de Foucault (1988), un libro sobre un grupo de trabajadores de una editorial que se ven inmiscuidos con los enigmas de los templarios. En La isla del día antes (1995), su tercera novela, el protagonista es un noble del siglo XVII llamado Roberto de la Grieve, quien naufraga pero se halla con una embarcación misteriosa de los mares del Sur.
Otra novela suya es Baudolino (2001), de corte picaresco y mucho de aventura. La historia está situada en la época medieval en la que Baudolino es un embustero y se convierte en hijo adoptivo de Federico Barbarroja.El último ecoFinalmente, La misteriosa llama de la reina Loana (2005) cuenta la historia de Giambattista Bodoni, un hombre de sesenta años que un buen día, para sorpresa de todos, despierta amnésico. Puede recordar momentos históricos pero no la memoria personal, ya que es incapaz de recordar, por ejemplo, a su familia y su profesión. La vida en las obras de Umberto Eco es un laberinto que nos atrae y seduce. No le somos indiferentes.
Por la libertad del hombre
Por: Luis Jaime Cisneros
La obra de Umberto Eco como investigador me parece muy importante para todo aquel que esté interesado en la filosofía del lenguaje. Además, creo que no solo en el plano del lenguaje la obra de Eco nos da luces, sino también acerca del hombre y la cultura. Para Eco el lenguaje no solo es el instrumento de la historia sino también de la libertad del hombre, es un instrumento que le ayuda a descubrir su esencia. Una de las numerosas obras de este autor que son recomendables en este sentido es Lector in fabula.
Erudición versus creación
Por: Alonso Cueto
He leído dos obras suyas. En su novela El nombre de la rosa me parece que la erudicion y conocimiento están al servicio de la historia. Pero en El péndulo de Foucault más bien me parece lo contrario, que la historia sirve para demostrar su erudición, por lo tanto me parece más aburrida. Cuando he leído esta obra he pensado que un escritor quizá no debería ser tan erudito. A veces lo que un escritor busca es dejar un párrafo, una página o un libro para la historia y ese, en el caso de Eco, va a ser El nombre de la rosa.

Thursday, January 04, 2007

Las manos de Candela



Por: Jaime Bayly

He venido a esta casa de playa a cien kilómetros al sur de Lima no porque me guste la playa o esta playa en particular, que se llama Asia por alguna razón que me resulta esquiva, sino para evitar que venga mi más querida enemiga, mi suegra. Técnicamente, entonces, no estoy descansando en la casa de playa o disfrutando de ella, sino atrincherado, vigilante, alerta, a la defensiva y en posición de combate, dispuesto a impedir que mi querida enemiga tome posesión de esta hermosa propiedad con una espléndida vista al mar.
Debería estar en Miami, ocupándome de mis asuntos, pero ningún asunto me parecía más urgente y literario que mantener vivo el rencor contra ella y su bienamado esposo, frustrar con una mezquindad incalculable sus planes de fin de año, librar una rápida guerrilla familiar en plena Navidad y demostrar, por si me subestiman, que soy un soldado con una misión, y esa misión es azuzar y multiplicar el odio literario contra ellos, que me echaron de su casa cuando publiqué cierta novela (El huracán lleva tu nombre), pues los odios literarios no se toman vacaciones, ni siquiera por Navidad, y tienen que ser eternos si de verdad son literarios. Estoy, por eso, solo en la casa de playa, porque ellos, mis queridos enemigos, sorprendidos por mi astucia (pues pensaban disfrutar en mi ausencia de esta casa que yo he pagado), no permiten, en represalia, que mis hijas vengan a visitarme, alegando que deben montar a caballo o tomar clases de baile o visitar a la tutora de ortografía o jugar con sus lindos primos, que han venido desde lejos.
Estar solo, como bien se sabe, tiene ciertas ventajas conocidas, por ejemplo hacer lo que a uno le dé la gana sin dar explicaciones a nadie, pero, cuando se está en una casa de playa y se pretende bajar al mar sin sufrir una insolación en la espalda, hace falta alguien que se ocupe de la tan ingrata tarea de echarle a uno protector de sol en dicha región del cuerpo. Y a eso se reduce entonces el problema de estar solo en la playa: a que no sé cómo diablos echarme protector en la espalda, y después de intentarlo con un cuchillo de cocina, con una espátula de madera, con una botella plástica de tamaño familiar y con un aerosol, me doy por vencido y me resigno a buscar a un amable vecino, curioso o espontáneo que me saque del apuro y me embadurne la espalda por fin. Es entonces cuando entra en escena Candela.
Candela es un joven bajo, de tez morena y ojos chispeantes, uniformado con una camiseta celeste y un pantalón corto azul, que se aparece en la terraza para vigilar que los motores de la piscina estén funcionando correctamente, que el agua esté en la temperatura y el nivel adecuados y que no falte una pequeña dosis de cloro para purificarla. Candela cumple su misión en silencio, se diría incluso que con calculado silencio, con admirable sigilo, porque ha sido advertido de que nunca debe perturbar la paz de los residentes de esta playa. Por eso, cuando le invito un helado de chocolate y le digo que se siente un momento a conversar conmigo, se sorprende, pero, vencida esa primera reacción de comprensible timidez, acepta la invitación y come el helado sin hacer el menor ruido. Una vez que me ha contado algunas cosas de su vida (que se llama Candela, que vive en un pueblo cerca de la playa, que tiene una hija llamada Sheyla para quien me pide un autógrafo a pesar de que la niña tiene apenas trece meses de nacida, que uno de sus sueños es tener una piscina propia y aprender a nadar), me animo a pedirle, de la manera más viril y respetuosa, que por favor me eche protector en la espalda, porque quiero bajar a la playa a darme un chapuzón. Algo sorprendido, pero acostumbrado a atender en todo lo que sea posible a los habitantes de aquella playa, Candela acepta cumplir tan innoble y peligrosa tarea, la de cuidarme la espalda de los rigores del sol.
Ahora estamos Candela y yo de pie, él en su uniforme playero, yo en un traje de baño de flores que me queda grande, y Candela abre sus manos y yo deposito en ellas sendos chorros de protector número 70, el más resistente y grasoso de todos, y luego me doy vuelta y Candela empieza a frotar sus manos por mi espalda con una seriedad y un esmero indudables. Que esto no se malinterprete, pero el momento en que Candela me masajea la espalda con esas manos recias y grasosas, curtidas por el cloro, el agua salada y el sol, es, con mucha diferencia, el más memorable de cuantos he pasado en estos días atrincherado en la playa, y así se lo hago saber con el debido respeto: -Lo haces estupendamente, Candela. Por favor, échame un poco más y no dejes ninguna parte sin protector, que odio la erisipela. -Con mucho gusto, señor -dice él, y estruja el frasco de plástico para extraer más protector 70.
Para mi mala fortuna, cuando Candela se halla frotándome la espalda ya con más confianza aunque no por ello con menos dedicación, pasan caminando frente a la terraza, rumbo a la playa, dos señoras en traje de baño y sombrero, muy elegantes, bañadas por supuesto en protector, y al ver a un muchacho uniformado sobando una y otra vez mi espalda tantas veces sospechada, comentan algo en voz baja, se persignan con estupor y una dice: -Cómo se ha maleado esta playa. Al parecer, tan pías y honorables damas han caído en el error de pensar que Candela, llevado por la lujuria, está acariciándome, no echándome loción contra el sol, y que dicho joven uniformado y yo nos hemos entregado con descaro, y a la vista de quienes deseen mirar, a las más bajas pasiones, que, como se sabe (aunque tal vez ellas no lo saben), siempre son las mejores. Pues no es así, nobles señoras de Asia: no es que ame a Candela, es que soy un hombre solo y odio la erisipela.
Candela se marcha poco después, agradecido porque le he servido bebidas y bocaditos y le he prometido mandarle saludos en el programa, y yo bajo a la playa, desafiando las miradas hostiles de las damas cuya sensibilidad he herido sin querer, y me doy un baño de asiento en las aguas heladas y arenosas del Pacífico. Y como no parece ser mi día de suerte, una ola chúcara me golpea por detrás y me desacomoda el traje de baño, y mis amigas, escandalizadas, alcanzan a capturar visualmente, en el luminoso horizonte de bufeos y gaviotas, un pedazo de mi trasero tantas veces sospechado, que, puedo jurarlo, no ha tocado ni tocará nunca Candela, aunque ellas no me crean, porque, cuando paso a su lado, bañado en agua salada, una comenta en voz baja, aunque no tanto como para que no pueda oírla: -Qué desperdicio este muchacho.

Gaby


Por: Jaime A. Padilla

Tenía nueve años cuando nos mudamos a la casa nueva, una construcción moderna que mi padre había hecho junto a la flamante urbanización José Sabogal, más conocida como Fonavi I. La casa era enorme, sus amplios jardines cobijaban a las primeras rosas que mi padre cultivaba con ternura, las plantas frutales, años después, se proyectarían como enormes árboles de frondosa sombra y dulces frutos hogareños.

La urbanización vecina era entonces, un conjunto habitacional uniforme y simétrico que el presidente Belaunde en aquel tiempo había ordenado construir, las casas en largas hileras delataban minuciosidad en su arquitectura, sus ventanas y puertas iguales parecían las piezas de un dominó en perfecto orden. Aquellos días las residencias se encontraban aún deshabitadas, los pasajes sin nombres, los jardines sin flores, las casas sin los hombres que después las habitarían días y noches, eneros y diciembres, primaveras e inviernos.

Fue en ese tiempo que mi madre nos compró una bicicleta Monark de paseo, muy alta para mi edad, muy real para mis sueños. En ella sufrí aparatosas caídas intentando aprender a conducirla, las largas calles de Fonavi parecían los pabellones de un cementerio, por su armonía y su silencio, hasta el eco se había apoderado de aquellos pasajes misteriosos.

Cierto día un éxodo de habitantes llegó hasta aquellas viviendas uniformes, entonces las puertas se abrieron y los silenciosos pasajes se convirtieron en lugares bullangueros y desalineados, las paredes cambiaron de color, en algunos jardines empezaron a florecer geranios y siemprevivas, malvas y cucardas, buganvillas y cipreses. Con ellas llegaron las aves y las abejas, las hormigas y los roedores, muchos mundos quedaron instalados a la vez en aquellos azules días. También se instaló el ruido de algunos de los pocos autos que en ese tiempo existían en la ciudad y un comité de colectivos decrépitos que cumplían una lenta labor de transporte. Pero una especie de seres muy específicos también se instalaron entre esa multitud, una especie de miradas limpias y cabellos largos, de faldas cuadriculadas. Con ella se instaló Gaby, con su falda escocesa, su blusa blanca y una boina roja delirante.
Para suerte mía, esa niña se instaló en la casa contigua a espaldas de la mía, mejor aún, era la hija de unos amigos de mi padre, lo que conllevaba a frecuentes visitas a mi casa o a la suya. Mientras nuestros padres conversaban reunidos en amenas tertulias, nosotros descubrimos que a veces en los corazones también habían cosas inciertas que no podíamos definir, por eso nos mirábamos largamente como intentando hablar en un lenguaje desconocido y nuevo. Una noche en que la tarde se consumió entre diálogos paternos y la noche invadió lentamente las ventanas de su casa, ella como coronando ese día de juegos cándidos y nimios me regaló lo que por mucho tiempo fuera mi más preciado tesoro: “Un prendedor de latón del Llanero Solitario”.

Pocas cosas a esa edad se atesoran tanto como un icono de amistad pura y transparente. Los años pasaron y el tiempo y la vida fueron desdibujando esa edad y dibujando otras en nuestros rostros y en nuestras almas. Así como un día la vida nos instala en rincones y situaciones insospechadas, también suele llevarnos al compás del trajín de los días y de los años. El juguete de lata se extravió en alguna mudanza de las que se consumaron en los últimos días de mi infancia. No volví a saber de Gaby por largos años hasta aquella mañana en que encontré su nombre en el periódico. Un aviso matrimonial que anunciaba además de una boda, que aquel juguete de lata y la mirada de Gaby se habían quedado archivadas para siempre en el álbum de mis prendas más amadas.
 

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